viernes, 26 de febrero de 2021

Una teoría sobre los orígenes de la Golden Dawn y su conexión con la masonería


Un hecho que muchas de las personas interesadas en el ocultismo y en particular, en las sociedades secretas o mágicas; pasan por alto, es el rol que ha jugado la masonería como semillero de muchas de las grandes personalidades del ocultismo occidental; y por ende, base ritual de grados, símbolos y ceremonias de muchas de las sociedades mágicas.

No es esta la ocasión para debatir, si fue la masonería la que bebió de las distintas corrientes ocultistas y esoteristas occidentales, como el neotemplarismo y el rosacrucismo; que hasta hoy se ven representadas en algunos de los sistemas de los altos grados masónicos; apropiándose en mayor o menor medida de sus usos y costumbres; o si por el contrario, fue está el refugio de las distintas corrientes esoteristas occidentales; y seria precisamente esta función conservadora y receptiva en palabras de René Guénon, lo que convierte a la masonería en una especie de "arca" que ha concentrado en su seno la herencia tradicional de Occidente.

Sería muy largo citar todas las corrientes y ordenes mágicas que son consideradas como co-masónicas ó para-masónicas; ya sea por su estructura de grados, o por sus iniciaciones, símbolos, etc; basta decir que todo el movimiento rosacruciano, el martinismo en todas sus variantes, el neo templarismo, la multiplicidad de los grupos emanados de la O.T.O. y de la Golden Dawn, tiene en su seno el legado de la masonería.

Quizás resulte extraño para muchos, esta relación entre masonería y ocultismo, debido al agnosticismo, laicismo y materialismo que prima dentro de las distintas obediencias masónicas; pero un abordamiento de ese tema,  requiere de otro artículo.

He decidido para comenzar a hablar de masonería y el ocultismo, a la más influyente y conocida organización esotérica de los últimos 200 años; me refiero a la Hermetic Order of the Golden Dawn, cuyos orígenes aun hoy es materia de cierta controversia. Su fundación se debe al descubrimiento de un manuscrito en clave que, cuando se logró descifrar, formó la base de su ritual. ¿Cuál era el origen de este ritual?, es materia de debate, así como el rol que jugo la misteriosa adepta rosacruz alemana que custodiaba de dicho manuscrito. Según la historia oficial, fue ella la que autorizado la "re-creación" de una rama inglesa de la Orden Rosacruz poseedora del saber oculto resguardado en dicho manuscrito. No son pocos los investigadores que han puesto en duda esta “versión oficial”, Ellic Howe en su libro “Los Magos de la Golden Dawn”[1] plantea que el manuscrito y el contacto rosacruz alemán, solo fue una invención con  miras a darle mayor prestigio y credibilidad a la naciente orden mágica[2] . Y en esta línea, aunque con sus matices, está la teoría del posible origen netamente masónico de la Golden Dawn; aunque también en la “historia oficial”, el papel de sociedades para-masónicas inglesas, así como la de masones de altos grados es esencial. 

Pues bien, analicemos la información; el nombre de la Orden tal como figura en el manuscrito en  clave está en hebreo, “ChBRTh ZRCh AVR BQD”, de acuerdo a la traducción de Westcott[3]  sería “Chabrath Zerek Aour Bokhr” o "Sociedad de la luz brillante de la Aurora”. Gerald Suster[4]  en un breve ensayo, rechazo algunas de las afirmaciones de Ellic Howe citando el libro “From Berlin to Jerusalem” de Gershom Scholem en donde este señala la existencia de una logia masónica judía en Frankfurt llamada “Chabrath Zereh Boqer Aour”. 

Hay constancias de la existencia de una logia judía en Frankfurt. En 1807 se dio carta patente para la apertura de la logia Saint John de L’aurore Naissante por el Gran Oriente de Francia, cuando Frankfurt estaba ocupada por Napoleón, en donde fueron admitidos un número considerable de judíos sin restricciones, ya que en las logias alemanas los judíos solamente podían llegar al grado de Maestro Masón, mientras que los miembros cristianos tenían derecho a avanzar a través de los "altos grados" del Rito escocés, grados que estaban prohibidos para los miembros judíos debido a su naturaleza cristiana.  

Tras la derrota de Napoleón, terminó la tolerancia y los francmasones judíos fueron condenados al ostracismo de nuevo.   La logia St. John de L’aurore Naissante con miras a mantener su existencia, opto por eliminar cualquier referencia al Gran Oriente de Francia y cambio su nombre al de logia Zur Aufgehenden Morgenrothe, tras lo cual comenzaron la búsqueda de una nueva obediencia a la cual afiliarse. No fue hasta 1817 que lograron el reconocimiento a través del Duke de Sussex, August Frederick, Gran Maestro de la Gran Logia Unida de Inglaterra; pudiendo desde ese momento, trabajar sin ninguna restricción. Al cabo de un tiempo la logia Morgenrothe corta su relación con la Gran Logia Unida, y se hizo miembro de la Alianza Ecléctica de Frankfurt en 1870.

Uno de los grandes puntos de importancia en la historia de la Morgenrothe fue su deseo de crear una alternativa al Rito Escocés accesible a los miembros judíos. Es posible que el Chabrath Zereh Boqer Aour fuera creado con miras a reemplazar al Rito Escocés, para lo cual, se debió de haber elaborado un conjunto de rituales que nunca fueron utilizados.  Esta hipótesis se hace más interesante por el hecho de Westcott dio el nombre Lichte, Liebe, Leben al Templo Madre alemán de la Golden Dawn; que en inglés es “Light, Love, Life”, que es también el lema del grado 18° del Rito Escocés. También es significativo que en la masonería inglesa, el Rito Escocés sea conocido como la Rosa Cruz, o de Grados Rosa Cruz[5].  

Ahora siguiendo esta hipótesis, como llegaron estos rituales masónicos judíos a manos de Mathers,  Westcott y Woodman?[6] 

Rafael Prinke en su ensayo “The Deeper Roots of the Golden Dawn[7] relata que en 1817 el duque de Sussex también apoyo la apertura de una logia hija de la logia alemana Morgenrothe en Londres llamada “Aurore naissante”, que fue cerrada en 1822, a petición de Motherlodge.  Prinke sugiere que la logia masónica dejó de funcionar, pero sobrevivió como un grupo de estudios ocultistas. Prinke también sugiere que Lord Bulwer-Lytton[8], conocido por su interés por la Rosacruz, fue el primero en ponerse en contacto con el grupo de Londres, y de ellos habría recibido una introducción a la logia Rosacruz en Frankfurt, es decir, el elemento esotérico de la logia judía Morgenrothe.  Ese sería el medio por el cual, Lytton habría obtenido una copia del manuscrito cifrado que fue adquirida por su amigo Frederick Hockley después de su muerte.  Hockley fue uno de los fundadores tanto de la Societas Rosicruciana in Anglia, una rama ocultista de la Francmasonería, y de la Society of Eight, el núcleo interno de la S.R.I.A.  A partir de ahí el manuscrito cifrado podría haber pasado fácilmente a manos de Westcott o Mathers, ambos miembros de dichos grupos.   

Por último algunos autores, bajaran otra posibilidad remota, la cual señala, que en algún momento a mediados del siglo XIX, el Gran Secretario de la Gran Logia de Inglaterra, realizó una visita fraternal a la logia Morgenrothe.  Pudiendo ser posible que en dicha ocasión, el manuscrito pasara a sus manos. Los partidarios de esta hipótesis, sostienen que esto se debió a que dicha visita buscaba comprobar la ortodoxia masónica de la logia alemana. A raíz de dicha reunión, el manuscrito habría llegado a Inglaterra, y de ahí a los archivos de S.R.I.A.; agrupación de masones muy interesados en temas rituales, y por ende, siempre habidos de encontrar un nuevo ritual que estudiar; personajes como Hockley, Westcott, John Yarker y otros eran coleccionistas activos de ritos y rituales.


Yerko Isasmendi

miércoles, 17 de febrero de 2021

Ezra Pound and Neo-Platonism


Ezra Pound and Neo-Platonism de Peter Liebregts (Fairleigh Dickinson) no es una monografía; más bien es una de las lecturas más completas de una faceta importante —quizás la faceta más importante— que Pound haya intentado jamás. Liebregts parte diciendo que «Este libro es un estudio del uso explícito e implícito de elementos de la tradición neoplatónica en la prosa y poesía por parte de Ezra Pound y de la forma en que informa su poética, así como sus puntos de vista políticos y socioeconómicos» sin exagerar su proyecto, que es «mirar el uso que hace Pound del neoplatonismo en su totalidad, no solo en Los Cantos». Como es bien sabido, la imagen de la luz impregna el poema de Pound, y la conexión neoplatónica ha sido reconocida desde hace mucho tiempo; simplemente resulta que hay mucho más que decir. La lectura de Pound sobre el neoplatonismo comenzó temprano y nunca terminó; es una cosmovisión, una forma de ser, una actitud hacia la existencia. De hecho, para la Liebregts Pound está "impregnado" de neoplatonismo como otros poetas están imbuidos de cristianismo; Plotino y compañía se evidencian en el primer poema de A Lume Spento, “Gracia antes de la canción”, y lo acompañarán hasta el final, como “un faro / para volver al esplendor”, en los versos finales del Canto CXVI. Las líneas son, de hecho, una condensación de la Enéada final de Plotino, casi como una respuesta a ella. En poema tras poema desde 1908 hasta 1966, incluidos prácticamente todos los cantos, Liebregts es capaz de mostrar la influencia neoplatónica en acción.

Holandés de nacimiento y clasicista de formación, profesor de inglés en Leiden, Liebregts está especialmente calificado para evaluar la apropiación idiosincrásica del neoplatonismo por parte de Pound, como lo demuestran sus propias traducciones de los textos primarios en griego y latín, y la impresionante variedad de fuentes secundarias. material en francés y alemán, que son especialmente necesarios para evaluar la tradición neoplatónica, ya que muchos de los comentarios disponibles tanto para Pound como para nosotros no están en inglés. Además, proporciona sus propias traducciones del italiano de Pound; por lo que uno se siente tentado a pensar en el propio Liebregts como una encarnación ejemplar de "la mente de Europa" a quien Pound estaba hablando, incluso cuando se dirigía a su variante estadounidense.

El trabajo de Liebregts sigue la línea trazada por primera vez por A Light from Eleusis de Leon Surette y seguida por Demetres Tryphonopoulos en The Celestial Tradition, pero este es un trabajo mucho más completo, sistemático y, sobre todo, filosófico que el de los estudiosos canadienses. Específicamente, este no es un libro sobre el ocultismo sino un seminario intenso sobre la apropiación de Pound de una cierta forma de leer a Platón retransmitida a través de los árabes al mundo medieval y revitalizada por la reintroducción de la literatura griega en Occidente después de la caída de Constantinopla . A lo largo de sus páginas, nos invita a conferencias sobre la filosofía neoplatónica y sus variantes en los padres de la Iglesia y en el pensamiento medieval. Aprendemos de Plotino, Porfirio, Fletón, Juan Escoto, Ocelo, Ricardo de San Victor, Apolonio de Tiana, Seudo-Dionisio y muchos otros, además de acceder a introducciones en profundidad a las resonancias neoplatónicas de términos clave como kalon, “esplendor”, “Hipóstasis”y el “nous”. En resumen, este es un libro sobre Plotino y sus seguidores, no sobre Hermes Trismegisto y sus seguidores; se trata de Juan Escoto Erígena, no de John Dee. Liebregts, que ha escrito extensamente sobre Yeats, nos recuerda que debemos hacer una distinción entre los mundos ocultista y neoplatónico, algo que es fácil de olvidar. «El poeta irlandés creía en una realidad superior como un orden objetivo y trascendental, y pasaba sus días tratando de definirla en términos más específicos […] Pound, por otro lado, no veía la distinción entre los mundos de lo “ordinario”. El yo y el yo "real" tanto en términos ocultistas, sino más bien en términos de la psicología humana ordinaria, que es una de las principales razones por las que no se sentía tan atraído por los constructores de sistemas de la tradición ocultista-espiritualista, sino más bien por la tradición religiosamente liberal del neoplatonismo. Pound estaba satisfecho con aceptar simplemente las inclinaciones místicas del hombre sin tratar de definirlas o explicarlas en detalle»(41). Por eso, por ejemplo, en el canto XCI, el atractivo John Heydon está "contaminado" mientras que Apolonio de Tiana está "impoluto": el primero había "diluido" su neoplatonismo en la mezcolanza de lo oculto; Apolonio estaba puramente en la tradición (309).

“La tradición”, para Pound, es la búsqueda neoplatónica en la poesía del autoconocimiento a través de la contemplación, una vuelta hacia el verdadero yo que está en contacto con el Uno eterno; esta zona es el Nous, el intelecto puro, pensamiento y objeto del pensamiento, el mundo de las Formas platónicas, una emanación del Uno por un lado, el origen del Alma por el otro. Porque el Alma (Psique) «es el principio de todo lo que tiene vida temporal»(25) y habita el mundo sensible, el mundo del Devenir. Para Pound, profundamente educado en Dante, entre otros, el Amor es la lente, que permite vislumbrar a través del mundo sensible el Nous. Estos destellos son epifánicos, y el problema particular en Pound que Liebregts quiere explorar es el problema de las epifanías, que, aparte del imagismo, son un tema relativamente descuidado en los estudios de Pound porque su estatus «es bastante difícil de evaluar. La epifanía en Pound no solo puede tomar varias formas, sino que, lo que es más importante, nunca se puede estar seguro sobre el estado ontológico del "momento inmediato": Pound siempre eludió la pregunta de si las epifanías presentadas son registros de eventos que ocurren "objetivamente" ... o ya sean proyecciones u objetivaciones para dar a sus creencias subjetivas ... valor universal ... esta ambigüedad se encuentra en el corazón del Modernismo de Pound y puede llamarse su "capacidad negativa" modernista». Liebregts no prosigue con esta intrigante conexión entre el romanticismo y el modernismo; más bien, quiere mostrar que «Pound adoptó elementos de la tradición neoplatónica", porque "le ofreció un marco que era lo suficientemente flexible y maleable como para permitirle expresarse a sí mismo y a su cosmovisión personal, a menudo conscientemente vaga, y nunca sistematizó la cosmovisión religiosa y filosófica sin haber sido forzado a ser explícito».

Ezra Pound and Neo-Platonism trata sobre cómo Pound hizo uso de esta tradición y cómo leyó el mundo y la literatura a través de ella. Al hacerlo, logró que el neoplatonismo se ajustara al confucianismo e incluso a su culto idiosincrásico a Mussolini. Tomando la lectura alegórica de Plotino de La Odisea como una alegoría neoplatónica en la que el alma vence los sentidos para regresar al «verdadero país de donde venimos» (136) como modelo para la búsqueda del alma del Nous, Pound malinterpreta creativamente a Dante, Cavalcanti, Confucio, incluso a John Adams y Major Douglas como sabios neoplatónicos que emanan brillo. Al encontrar un pasaje en el que Pound habla del "realismo del Mayor Douglas" con lenguaje plotiniano («el hombre en sus estados de ánimo e hipóstasis»), Liebregts observa cómo «Pound conecta las hipóstasis [arche] de Plotino y la directio voluntatis neoplatónica con el análisis económico. Esta combinación heterodoxa de neoplatonismo con política y economía se convertiría en la década de 1930 en el núcleo de la visión de la vida de  Pound» (224). El ethos de Los Cantos «es la traducción del confuciano-griego 'conócete a ti mismo' en acción a través de la inteligencia creativa y por una directio voluntatis para el bienestar de los demás y de la comunidad en general»(110).

El logro más útil de Liebregts es mostrar cómo Pound reconcilia a Confucio con Plotino, la voluntad de autoconocimiento con la voluntad de ordenar. Lo hace a través de la imagen de la luz. Liebregts llama nuestra atención «sobre un primer borrador de la versión italiana del Chung Yung:“ La metafísica confuciana surge de la luz; por tanto, los estudiantes deberían compararlo con el escolasticismo medieval; con Grosseteste, o con la poesía de Guido Cavalcanti (en Donna mi prega)»(240). Liebregts subraya que hay poca evidencia, excepto en la lectura idiosincrásica de Pound del ideograma, para enfatizar la luz en la filosofía de Kung. El aspecto "metafísico" del confucianismo, tal como es, es el taoísmo, que Pound no pudo comprender al principio: una escuela de pensamiento expresada de manera abrumadora en imágenes acuosas, no luminosas: más Hudor, menos Lux. Sin embargo, Confucio aporta una ética práctica, la voluntad de ordenar, a la tradición occidental. «Lo que atrajo a Pound», escribe Liebregts, «fue la forma en que Confucio había demostrado la posibilidad de establecer una sociedad ideal o paradiso terrestre» (106), que en su opinión es la tarea de Los Cantos, especialmente después del colapso de Italia. Así, el poeta convirtió su poema en un "espejo para los príncipes", esto se nota mucho en los Cantares de la Perforadora, «al mostrar la vida y las acciones de hombres que se han realizado y han traducido este conocimiento en acciones benévolas». En conclusión, Pound, «conectó el neoplatonismo (con su creencia en la perfectibilidad del hombre) y el confucianismo (con su pretensión de la perfectibilidad del estado) porque compartían, aunque en términos diferentes, el hallazgo del Yo y su fluir o emanar exterior».Pound unía habitualmente los dos sistemas a través de «la imagen de la luz»(106).

La “Donna mi priegha” de Cavalcanti, traducida como Canto 36, debe cobrar gran importancia en cualquier enfoque neoplatónico de Pound. Gracias a Liebregts, podemos ver por qué Pound estaba tan obsesionado con él y por qué necesitaba malinterpretarlo fuertemente como más neoplatónico, menos escolástico de lo que es: «... la interpretación del poeta de Cavalcanti lo llevó a transformar el poema en un tratado neoplatónico idiosincrásico en el que expresó su propia creencia en el vínculo entre el Amor y el Nous»(214). Pero para hacer esto, Pound tuvo que «eliminar de su traducción casi todo elemento rayano en el pensamiento escolástico. Se preocupó de conceder sólo aquellas vetas de Aristóteles, Alberto Magno y Aquino que no apartarían el poema de lo que él consideraba su neoplatonismo esencial. Pound convirtió así su versión de “Donna mi priegha” en una traducción interpretativa que “ilumina los Cantos (204)” en su conjunto». La importancia del canto 36 nunca ha sido subestimada, pero Liebregts mejor que nadie es capaz de demostrar por qué Cavalcanti es importante y por qué es una piedra de toque constante para Pound.


Alec Marsh
Fuente Ezrapoundsociety
[Originalmente publicado en partes, en American Literary Scholarship 2004. Duke UP. 2005]
Traducción Yerko Isasmendi

lunes, 15 de febrero de 2021

Los Teósofistas y el Tarot


 

Hace algún tiempo comente acerca del rol jugado por algunos masones en la neo lectura ocultista del Tarot[1]; en esta entrada voy a mencionar a algunas personalidades del teosofismo[2] que se interesaron por el Tarot, aunque sus aportes reales son más bien escasos.

Es ampliamente sabido la doble militancia que en el apogeo del reavivamiento ocultista inglés los miembros de distintas sociedades acostumbraban asumir, por ende los sincretismos de creencias y prácticas eran una realidad. En el caso de la Sociedad Teosófica, entre sus filas militaban masones, neo rosacruces, ocultistas, etc; pero fue a través de la sección esotérica de la Sociedad Teosófica en donde este sincretismo se canalizo de mejor forma[3]. A pesar que la Sociedad Teosófica no tuvo ninguna doctrina especial con respecto al Tarot, es sabido que varios de sus miembros se interesaron en las "posibilidades" que les ofrecía[4].

Gérard Anaclet-Vicent Encausse (Papus) fue miembro de la Sociedad Teosófica y el más importante exponente francés de la relectura ocultista del Tarot. Su libro “Le Tarot des Bohémiens” jugo un rol importante en el esfuerzo por vincular el Tarot con diversas disciplinas vinculadas al ocultismo como la cábala; siendo un continuador de las tesis de Eliphas Lévi[5].

Piotr Demiánovich Ouspenski[6], esoterista ruso conocido por su obra divulgativa sobre las enseñanzas de George Gurdjieff, y sobre el Cuarto Camino, en 1912 público un librillo titulado "Symboly Taro" en el cual trató de ejemplificar su uso personal de la conciencia superior que exaltaba. El libro se hace eco de la creencia popular de que el Tarot es "un resumen de las Ciencias Herméticas - la Cabala, la Alquimia, la Astrología y la Magia". Siguiendo a Lévi y a Papus, Ouspensky asume que los cuatro palos del Tarot y las cuatro cartas de corte simbolizan el Tetragrammaton. Permite que las posiciones usuales del Hierofante y del Carro puedan ser intercambiadas. Sigue la numeración del Tarot Waite - Smith de los Arcanos de la Fortaleza y la Justicia, aunque no menciona el mazo en sí. Las imágenes del mazo de Waite sin duda tuvieron una gran influencia en las 22 "imágenes de pluma" de Ouspensky, en las que describe los Arcanos en términos visionarios[7].

Otra personalidad relevante de la Sociedad Teosófica fue Rudolf Steiner más conocido como el padre de la Antroposofía[8]. A pesar que fue un escritor muy prolífico, en sus escritos no hay mención alguna al Tarot, a excepción de un registro del tema en una conferencia "Zeichen und Symbole des Weihnachtsfestes" llevada a cabo en Diciembre de 1906: «por encima del triángulo está el símbolo del Tarot. Los iniciados de los Misterios egipcios sabían leer este signo. También sabían leer el Libro de Thoth, que consistía en setenta y ocho cartas en las cuales se registraron todos los acontecimientos mundiales desde el principio hasta el fin, desde Alfa hasta Omega, y que se podían leer si se unían y ensamblaban de la manera correcta. El libro de Thoth, o Hermes, contenía en imágenes la vida que se desvanece en la muerte y brota de nuevo en la vida. Quien pudiese combinar los números correctos con las imágenes adecuadas sería capaz de leerlo. Esta sabiduría de los números y las imágenes se ha enseñado desde la edad primitiva. En la Edad Media todavía desempeñaba un papel importante, pero hoy en día queda poco de ella»[9].

Pero fue Albert Faucheux[10] quién le dio a los triunfos un giro Teosófico. Bajo su seudónimo François-Charles Barlet[11] público un ensayo que apareció en el "Le Tarot des Bohémiens" de Papus, siendo el tema unificador de Barlet el paradigma ''teosófico'' del movimiento de la Naturaleza a lo largo de dos arcos, donde «la involución procede hacia el polo de la materia, la evolución hacia el polo del espíritu. La evolución es el movimiento más fuerte, y las psiques individuales se oponen a su propio riesgo»[12]. Para Barlet los antiguos reconocían los procesos universales de involución y evolución, expresándolos en los veintidós triunfos del Tarot.

Bajo este punto de vista, los triunfos ofrecerían un curso de instrucción para el neófito que aspira a un ascenso personal del espíritu. «Los Arcanos I a X representan el curso descendente, la involución del espíritu en la materia. La iluminación del neófito comienza con la experiencia simbolizada en el Arcano XI. Este triunfo, junto con XII y XIII, supuestamente recapitula el arco descendente; Los triunfos restantes expresan etapas de elevación espiritual»[13].


Vemos como Barlet ha tomado prestados los nombres de sus Arcanos de Paul Christian[14]. La naturaleza noble del ahorcado (XII) se remonta a Lévi, al igual que la interpolación del Loco como Arcano XXI. El "Dragón del umbral" es una variación del "habitante del Límite'' de Bulwer-Lytton y 'Nirvana' sin duda lo tomo de las enseñanzas de Blavatsky.

Mención aparte fue el teósofista francés René Schwaller, que en 1926 creo su Tarot Egipcio[15], un mazo de 25 cartas que expresan según su creador los caminos del conocimiento y la Sabiduría. Schwaller estaba convencido del origen egipcio del Tarot[16], y que este había sido un medio por el cual los sacerdotes predecían el futuro. Schwaller escribió: «El Tarot es una síntesis de teosofía y astrología. Su fundamento es la sabiduría divina».

En la actualidad algunos autores teosofistas han hecho suyas las tesis ocultistas y junguianas como método interpretativo del Tarot, un ejemplo es "The Fool's Pilgrimage: Kabbalistic Meditations on the Tarot" de Stephan A. Hoeller o el escritor Mayananda que intenta unir el teosofismo con el Tarot, aunque se basa principalmente en los trabajos de ocultistas de Crowley, Papus, Ouspensky y Curtisses (estos tres últimos interesados en el teosofismo). Mayananda también trata de aplicar el principio del teosofismo de los "Siete Rayos", pero no logra aclarar este concepto clave, intentando vincular cada uno de estos con una tríada de triunfos del Tarot.


Yerko Isasmendi

domingo, 14 de febrero de 2021

Une piété de la raison, philosophie et religion dans le stoïcisme impérial


Contrariamente a lo que algunos usos del estoicismo con fines exclusivamente terapéuticos o la abundancia de trabajos recientes sobre la ética y la política estoica podrían hacernos creer, la piedad (εὐσέβεια / pietas) también es innegablemente un elemento central del pensamiento estoico. Entendida como la adecuación de la voluntad humana a la voluntad divina, parece, si no en conflicto, al menos sin mucha conexión con la religión tradicional y sus ritos. Una "piedad de la razón", para usar el título de la obra, a primera vista parece estar en contradicción radical con las prácticas adivinatorias o las oraciones de solicitud que contribuyen a la superstición en la época en que florecio el estoicismo. Por otro lado, la obra de J. Pià Comella tiende a mostrarnos que las cosas --en este caso la racionalidad estoica-- están lejos de ser tan simple (denuncia dirigida a M. Daraki), y que la diversidad real de perspectivas adoptadas por los estoicos sobre la piedad ha sido pasada por alto con demasiada frecuencia (denuncia dirigida a D. Babut), en particular la originalidad y la importancia del estoicismo romano (denuncia dirigida a D. Babut y K. Algra). Sin duda por no haber tenido en cuenta la especificidad del contexto romano en general y del imperial en particular. Se trata, por tanto, de la reevaluación de un tema aparentemente sin incidentes en el que J. Pià Comella se embarca para hacernos sentir, mediante el examen detenido de la forma en que cada uno de los estoicos problematiza la relación de la filosofía (de hecho, la teología racional de los estoicos, y más generalmente los dogmas éticos) con la religión (natural o tradicional y ritual), la tensión que caracteriza el tratamiento propuesto por los diversos estoicos por una parte y, por otra, la importancia y la especificidad del tratamiento romano. Finalmente, y este sería otro aspecto a recordar del libro, en el cual se pretende releer las referencias religiosas y espirituales más allá de los estudios dedicados al ascetismo moral --en particular las obras de P. Hadot y M. Foucault-- para identificar, en ciertos casos, la dimensión estrictamente religiosa, insistiendo también en el papel de ciertas formas literarias - el himno, la alegoría o la cierta retórica - en la expresión estoica de lo divino.

La obra se compone de seis capítulos[1], dedicados respectivamente al estoicismo helenístico (de Zenón a Posidonio incluido el Himno a Zeus de Cleantes), Cartas a Lucilio de Séneca, Resumen de Cornuto, Sátiras de Aulo Persio, a las Disertaciones de Epicteto y, finalmente, a las Meditaciones de Marco Aurelio. En cada uno de ellos se saca a la luz una forma particular de formular la cuestión de la piedad, de problematizar la relación entre la racionalidad estoica y la religión tradicional o, para decirlo en términos romanos, entre la teología racional de un lado y, por otro, de la otra, formas naturales o civiles de teología. La obra insiste en la coherencia de la crítica radical que lleva adelante Zénon en su República con los principios teológicos y éticos del sistema estoico, al tiempo que especifica sin embargo que la denuncia de imágenes y ritos antropomórficos no contradice una forma de socialidad cívica fundada en tales prácticas desde el la renuncia a los ritos concierne sólo a la ciudad de los sabios. Por el contrario, el intento de legitimar las prácticas adivinatorias tradicionales llevadas a cabo por Posidonio conduce a una reevaluación y una modificación del significado de esta práctica para que siga siendo coherente con la doctrina estoica del destino así como con la indiferencia que 'atribuyen a eventos - un significado de adivinación que encontramos en Epicteto. El proyecto moral en el corazón de las Cartas a Lucilio lleva a Séneca a abordar la religión desde esta perspectiva tan particular y, en consecuencia, a subordinar la práctica religiosa propia de este proyecto y los ritos a la teología racional, precisando que, a diferencia de las Cuestiones naturales, Las cartas descuidan la dimensión cósmica de la piedad en favor de la relación del sujeto con su propia alma. Por el contrario, la piedad plenamente intelectual que está emergiendo no se separa del contexto romano en el que está inscrita y de los valores sociales y morales que se manifiestan en la religión romana. Finalmente, Séneca da un lugar central al progreso y es él quien, gracias a su esfuerzo, está llamado a "vivir como un dios" y conquistar aquí y ahora una forma de inmortalidad. El estudio de los mitos de Cornuto contrasta marcadamente con la crítica o la indiferencia de otros estoicos a este respecto. Contra A. A. Long y D. Dawson, J.P. Comella defiende la idea de que el Resumen ofrece una verdadera empresa alegórica, aunque de hecho diferente a la del pseudo-Heráclito. Luego trata de mostrar cómo la interpretación de los mitos tal como la lleva a cabo Cornuto -quien no está interesado en la historia sino en tal o cual imagen o episodio preciso- no es, sin embargo, contraria a la racionalidad del Pórtico, sino que intenta articular la teología estoica y religión tradicional, «razón y opinión común» (p. 264). El hecho es que la práctica alegórica, en la medida en que «va acompañada de concesiones específicas a la teología tradicional (...) no parece resolver el problema del desbordamiento de las prácticas orientales en la era neroniana» (p. 263) y más generalmente de la superstición. Es, en cierto modo, su sucesor y admirador, el poeta latino Persio, autor de las Sátiras y de un proyecto literario explícitamente al servicio de un progreso moral de la obediencia estoica, quien responde a tal pregunta asumiendo una posición explícita contra las supersticiones a favor de una racionalización de la religión. Pero J. P. Comella también insiste en la complejidad de la posición del poeta: si la crítica de la religión tradicional es radical, se hace «en nombre del mos maiorum» y la piedad interior de Persio se expresa, al menos en parte, en términos de Religión romana. Como la de un Séneca o un Persio, la piedad reivindicada por Epicteto se caracteriza por su dimensión intelectual, frente a una piedad ritual, pero también y sobre todo por su dimensión universalista, independientemente de una atención explícita al mos maiorum, sobre todo porque la religión a la que se refiere no es tanto la religión romana como una forma panhelénica de religión. Es sin duda la dimensión cósmica de su piedad lo que distingue a Epicteto de sus predecesores romanos y lo conecta con el cosmopolitismo de los estoicos griegos, y los cínicos que juegan un papel muy importante para él. La posición de Marco Aurelio, por su parte, se caracteriza por una tensión entre la piedad racional, que también subraya la dimensión cósmica, como se atestiguan la mayor parte de sus Meditaciones por un lado y, por otro lado, el gusto por lo sobrenatural que se manifiesta en su Correspondencia, el cuidado en el culto imperial y una forma de piedad más tradicional, asociada al mos maiorum, que aparece en el primer libro de sus Meditaciones. Por el contrario, es un fuerte sentimiento religioso, independientemente de las prácticas religiosas, que emerge en su pensamiento y que lleva al emperador-filósofo a hacerse pasar por imitador y continuador de la obra divina, más que como un sirviente como éste es, según él, el caso de Epicteto.

A través de este análisis, tan meticuloso como informado -y fascinante-, surge ante todo una tensión entre dos tendencias -rechazo o legitimación- con respecto a la religión tradicional, sus mitos y sus prácticas. Incluso si el análisis interno muestra que las cosas son matizadas y complejas, es posible distinguir una tendencia a la crítica radical o a una indiferencia hacia las prácticas tradicionales (Zenón, Persio, Epicteto) y una tendencia a la justificación o legitimación de las prácticas tradicionales (Posidoniuo, Cornutos, Marco Aurelio en sus Meditaciones). J. P. Comellase propone relacionar esta tensión -entre crítica y legitimación o justificación de la religión tradicional- con la ambigüedad inherente al sistema teológico estoico. En efecto, los estoicos consideran que existe una percepción ingenua y natural de lo divino que la teología racional se encargaría de explicar, lo que en cierta medida también implica su superación en una especie de racionalización. Sin embargo, concretamente, ya se trate de una propensión crítica o justificativa, el enfrentamiento entre los dogmas del Pórtico y las prácticas y expectativas tradicionales genera efectos de retroalimentación que conducen tanto a la adaptación como a la modificación del sentido dado a un práctica tradicional (se considera la adivinación como una forma de saber qué nos asigna el destino y por tanto de colaborar en nuestro destino) que a la relajación de tal o cual dogma, en el sentido de las expectativas públicas (la noción de providencia en Epicteto está formulada en los términos acordados a los que su audiencia está acostumbrada).

El elemento central de la demostración llevada a cabo por J.P. Comella, sin embargo, reside en la especificidad que le da al estoicismo romano y en la forma particular de piedad que allí emerge. En efecto, los estoicos romanos viven y piensan en un contexto particular que se caracteriza para Cornella por dos aspectos esenciales: la especificidad de la religión romana asociada con el mos maiorum y el surgimiento, con Nerón, de un culto imperial que implica la deificación de un hombre en vista de su cargo político; además, de la creciente importancia que se le da al individuo, que se refleja entre los estoicos en una especial atención al progreso. Pueden conservarse tres aspectos de una versión imperial de la piedad estoica. A excepción de los pensadores no romanos, en particular Epicteto, el mos maiorum importa y desempeña un papel importante en la forma en que los estoicos romanos problematizan la piedad. En un contexto de culto imperial, ciertos aspectos de la piedad estoica no dejan de asumir un papel crítico desde el punto de vista político, aspecto que nos pareció particularmente original en la reflexión realizada por J.P. Comella. La deificación del hombre llamado a «vivir como los dioses» aquí y ahora concierne al sabio, a las figuras morales tradicionales (Cornuto) o al progresista (Séneca), pero no al Príncipe, excepto quizás en Marco Aurelio, donde el culto de su daimon/genius es acompañado de una reflexión sobre la calidad y virtud del Príncipe. Asimismo, Comella enfatiza la importancia de una forma de libertas inherente a la piedad tanto en Cornuto como en Persio. Por último, conviene subrayar no sólo la importancia sino sobre todo el significado de la referencia al daimon entre los pensadores romanos, a la articulación entre una reflexión sobre el progreso moral y la deificación.

Finalmente, no se niega en absoluto el papel estratégico que puede jugar la religión, en Séneca o en Marco Aurelio, donde funciona como una especie de "atajo" en el ascetismo moral. J.P. Comella también muestra que no se puede subordinar sistemáticamente la referencia a la religión a la cuestión moral. Y esta es otra tesis fuerte que se defiende en el libro. Ya sea Cleantes, Cornuto, Epicteto o Marco Aurelio, existe, según Cornella, una dimensión propiamente religiosa  - hasta ahora desatendida en los estudios sobre estoicismo - que implica que esta vez nos interesemos por el género de las obras y por el estilo y retórica utilizada. Ya que como lo afirma el autor para los estoicos esta es una forma de expresar algo de lo divino que sólo es posible a través del discurso racional.

Por tanto, el trabajo de J.P. Comella resulta ser un estudio valioso por su riqueza y precisión, lo que constituye una importante contribución a los estudios estoicos contemporáneos. Lo único lamentable que se podría decir sería la falta de contextualización o situación de la investigación en nuestras propias investigaciones. Pero, como dice Cornella sobre Cornuto, este silencio puede tener ya un valor crítico en sí mismo.


Reseña: Sandrine Alexandre
Jordi Pià Comella, Une piété de la raison. Philosophie et religion dans le stoïcisme impérial. Des Lettres à Lucillius de Sénèque aux Pensées de Marc Aurèle, Turnhout, Brepols Publishers, 2014, 564 p., ISBN : 978-2-503-55435-8.
Fuente Philosophie Antique, XVII, 2017
Traducción: Yerko Isasmendi

jueves, 11 de febrero de 2021

Jean Borella contra la lectura modernista de la Biblia


En su nuevo libro sobre Le Sens perdu de l’Écriture. Exégèse et herméneutique, el filósofo Jean Borella parte de una observación: el alcance de la erudición desplegada por la exégesis bíblica durante el siglo pasado por los mismos clérigos es inversamente proporcional al desarrollo de la práctica de culto, que se derrumbó en el oeste. El autor descubre y deconstruye las razones: el racionalismo exegético ha hecho que los eventos sagrados de la Biblia sean incomprensibles para los creyentes, bajo un falso pretexto de cientificidad.

El documento Pierres vivantes : recueil catholique de documents privilégiés de la foi, publicado en la década de 1980, muestra que el método histórico-crítico de los exégetas de la Biblia del siglo pasado ha tenido un fuerte impacto en la catequesis de las últimas décadas. Ahora es obvio que su mal uso ha tenido el efecto de reducir, incluso suprimir, la fe de muchos seminaristas, mientras que una enorme cantidad de iglesias, que todavía "repletas" hace cincuenta años, hoy en día están casi en desuso.

Ciertamente, hay muchas causas contextuales que explican esta desafección moderna y contemporánea de la adoración. Sin embargo, Borella muestra que los usos más o menos explícitamente modernistas de la exégesis (ciencia de la interpretación aplicada a un texto en particular) solo han apoyado activamente el progresivo malentendido, por parte de los cristianos del Viejo Continente, de la realidad histórica de sus propios dogmas fundacionales, tratando de hacerlos compatibles con las representaciones del mundo extraídas de los resultados de las ciencias físicas modernas.

Cree y comprende

La Biblia no es un libro ordinario: enseña el origen divino de la humanidad y del mundo, así como la historia sagrada del pueblo judío, del Mesías y de sus primeros discípulos. En este sentido, el tema de Borella se organiza en torno al recuerdo, que se ha vuelto necesario, de una verdad obvia: así como uno no puede estudiar ningún texto al ignorar su intención narrativa llevada por su autor, tampoco se puede estudiar válidamente la Biblia excluyendo a su Autor divino, especialmente porque el objeto mismo de este libro es precisamente la relación de este Autor con sus lectores, que son sus propias criaturas.

Esta es la razón por la cual «comprender las Escrituras básicamente requiere tres tipos de condiciones»: primero, una condición religiosa o teológica, que consiste en un acto de fe en el reclamo sobrenatural de la Escritura y la garantía de su significado por La Tradición de la Iglesia, que fijó su canon y desarrolló su significado. Luego, condiciones científicas y exegéticas: «conocimiento de lenguas antiguas, géneros literarios, datos históricos y geográficos, crítica de textos, etc». Finalmente, hay condiciones filosóficas, hermenéuticas, que consisten en una «conversión de la inteligencia que nos otorga el espíritu de la Escritura». Por lo tanto, en un cierto nivel de interpretación, el punto de vista científico debe estar respaldado por un doble acto de conversión: voluntad (creer) por un lado e inteligencia (entender) por el otro. Dos requisitos inseparables para aquellos que desean tratar de restaurar verdaderamente el significado de los Libros Sagrados del cristianismo al permanecer fieles a su contenido textual.

Sin embargo, el libro de Borella, que consiste principalmente en capítulos publicados en la década de 1980 en La Pensée Catholique, abre y cierra con la discusión de dos exegetas importantes de la Biblia: por un lado, el padre Pierre Grelot, al cual le falta la primera condición, teológica (y, en consecuencia, la segunda, hermenéutica); por otro lado, el padre Vincent Mora, que carece de la tercera condición hermenéutica, la del "sentido de lo sobrenatural" que, sin embargo, presupone el simbolismo que constituye las Sagradas Escrituras.

Contra el docetismo exegético

Rudolf Bultmann
El teólogo protestante Rudolf Bultmann (1884-1976), y con él, Karl Rahner y varios otros, rediseñaron el vasto campo de la exégesis bíblica asignándole un nuevo programa: el de "desmitologización" (Entmythologisierung). Indicando una actitud interpretativa dirigida a mostrar que los hechos sobrenaturales contados por la Biblia no tienen otra función que ofrecer una enseñanza moral y espiritual mediante el uso de imágenes en realidad desprovistas de cualquier carácter histórico o fáctico. El Padre Grelot fue uno de los intermediarios más importantes dentro de la Iglesia Católica de esta exégesis "desmitologizante", que separa la "historia" del Evangelio, es decir «la intención teológica del editor [...] queriendo mostrar el gesto divino en la historia humana», de la "historicidad" de sus historias, es decir, su realización efectiva y concreta en la historia. Por lo tanto, se trata de mostrar que el "Jesús histórico" depende completamente de la figura construida, por la tradición apostólica, del "Jesús del Nuevo Testamento": que no hay necesidad de creer en la historicidad narrativas relacionadas con adherirse a las verdades de la fe, ya que esto no es esencial.

Para Borella, en esta perspectiva, la exégesis moderna reproduce el antiguo "docetismo", condenado en el 451 por el Concilio de Calcedonia, que proclamó la unión de las dos naturalezas divina y humana en la única Persona, o Hipóstasis, de Cristo. El docetismo (del griego dokein, "aparecer") es «una herejía cristológica de los primeros siglos que sostiene que Cristo, de naturaleza divina, era sólo un hombre en apariencia. Según el mismo esquema, el racionalismo exegético que hace que el significado literal sea la mera aparición del significado teológico que, por sí solo, importa, introduce un dualismo herético entre lo que sería una "historicidad no significativa" de los eventos bíblicos y una "historia histórica teológica"», el único real. Este uso del método histórico-crítico es, por lo tanto, simplemente incompatible con la fe cristiana, que extiende el significado literal sin negarlo de ninguna manera, lo que sin embargo hace esta exégesis relegando al lado del "mito", lo que era tradicionalmente la "historia" santa.

Volver a aprender el significado del símbolo.

Borella distingue "dos métodos principales de crítica textual": por un lado, "crítica externa", que «busca autenticar un texto relacionándolo con criterios externos al texto, históricos o geográficos». Se trata de agregar, confirmar o incluso invalidar información textual movilizando evidencia positiva, es decir hechos o documentos externos al texto mismo. Borella no critica este método, sino el segundo, al que llama "crítica interna" por su subjetividad problemática. De hecho, esta último busca «aclarar el texto por sí mismo», estableciendo, clasificando y comparando varios géneros literarios, así como examinando «el estilo, el vocabulario, la sintaxis, la repetición de las mismas fórmulas, la ( aparente) contradicciones en la narrativa, etc». Ahora, el principal problema con tal crítica es que depende en gran medida de «una idea preconcebida sobre la naturaleza del texto», en consecuencia representaciones propias del crítico mismo.

Galileo, fundador de la física moderna.
Es por eso que, independientemente de las cuestiones de fe, el racionalismo de un grupo de exégetas también y sobre todo perjudica la inteligencia por su anacronismo y su infidelidad metodológica a la naturaleza misma del texto bíblico. Por crítica interna, reemplazamos «la positividad de un sentido literal perfectamente observable» por «un sentido intencional generalmente hipotético y siempre construido de acuerdo con presupuestos modernos, incluso si los atribuimos a los Antiguos». Lo que el exégeta moderno realmente teme al afirmar la realidad de los hechos sobrenaturales de la Escritura es el "escándalo cosmológico" que consistiría en apoyar el valor histórico y concreto de los eventos que trascienden las leyes materiales y nuestras representaciones del mundo desde la física galileana. Por esta razón, los modernos buscan atribuir a los antiguos editores sus propias intenciones de hacer que la Escritura sea aceptable!. Sin embargo, todos estos exégetas «deberían saber, no obstante, que la cuestión cosmológico-filosófica es absolutamente inevitable»: de hecho, es lo que discrimina en la mente de los comentaristas lo que es físicamente probable y lo que no, es cosmológicamente posible o imposible. Sin embargo, esta pregunta, "nunca se preguntan".

Es por eso que el P. Mora, en La symbolique de la création dans l’Évangile de Matthieu, cuya obra Borella detalla y alaba, termina tropezando con el muro de la ignorancia compartida por todos los exégetas racionalistas: ignorancia de la naturaleza del símbolo sagrado. De hecho, separan lo que la Tradición de la Iglesia (y las tradiciones sagradas en general) nunca han desarticulado: "la materialidad de un hecho", por un lado, que constituye el material del símbolo o su "significante" sensible, y "su sentido espiritual" por otro lado, que reside en su "referente" metafísico. La ley que preside la manifestación de un evento de naturaleza estrictamente simbólica, en el sentido religioso o sagrado del término, no es física, sino semántica: el símbolo sagrado tiene esto en sí mismo y lo hace presente en el orden sensible que aparentemente está ausente porque es trascendente. El símbolo "presenta" lo superior, sobrenatural o metafísico, en lo inferior, natural o físico. Por lo tanto, su modo de aparición no es incompatible con las leyes físicas: es simplemente diferente e independiente porque es superior en términos de ser. Es por eso que «aparte de su significado espiritual, el hecho [simbólico] ni siquiera tendría una realidad física o histórica».

La complicidad del modernismo y el fundamentalismo.

¿Le daría Borella la razón al fundamentalismo de los "fideistas literales" contra los "modernistas mitologizadores"? En absoluto: aparentemente opuestas, estas dos actitudes se unen en el mismo hermetismo al misterio y el simbolismo de las Escrituras: para ellos, "la historicidad (= realidad) de lo que se cuenta está asegurada si y solo si, eventos como el el texto establecidos solo pueden ocurrir de acuerdo con las leyes de nuestro mundo. Dichos literalistas, como los modernistas, por lo tanto fingen cómodamente ignorar que la Biblia está dividida en tres fases temporales, las dos primeras son ajenas a nuestra experiencia ordinaria: "metahistórica" ​​desde los orígenes hasta la caída de Adán, "parahistórica" desde la caída hasta la Torre de Babel, y finalmente lo "histórico" desde Abraham. ¡Basta con leer los textos sagrados más simples del mundo para verlo, para notar, por ejemplo, que el orden cronológico de la creación no es el mismo entre el primer y el segundo capítulo de Génesis!

Por lo tanto, entender las Escrituras implica aceptar que nuestras categorías habituales de tiempo y espacio pueden ser completamente modificadas al comprender las realidades sagradas que la Biblia cuenta desde el primero hasta el último de sus libros. En resumen, Borella muestra, siguiendo la tradición antigua y medieval de la Iglesia, que nadie alcanza el verdadero significado de la Escritura si no ve en ella un "misterio" en sí mismo, en el que la inteligencia se hunde mientras está allí, un "sacramento divino" (San Agustín) que verticalmente nos despoja de nuestras representaciones, de nuestros requisitos convenientes y horizontal para abrir en nosotros una brecha, la corriente de aire del Infinito.



Fuente: Philitt.fr
Autor: Paul Ducat
Traducciòn: Yerko Isasmendi

martes, 2 de febrero de 2021

Los seis días de la creación - I


Pasemos ahora al texto del Génesis y veamos brevemente lo que Dios trajo a la existencia durante los Seis Días de la Creación:

1. El primer día (Génesis 1: 1-5)

1: 1 Al principio ...

Este libro trata sobre las primeras cosas del mundo. Pero también puede haber un significado místico en sus palabras, como enseña San Ambrosio:

Un comienzo en un sentido místico se denota con la declaración: «Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin» (Apoc. 1: 8)  ... En verdad, Aquel que es el principio de todas las cosas en virtud de Su Divinidad es también el fin ... Por tanto, en este principio, es decir, en Cristo, Dios creó el cielo y la tierra, porque «Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (Juan 1: 3).Los actos sucesivos de la creación comienzan con las palabras: «Y Dios dijo»San Basilio pregunta el significado de esto y nos responde: «Preguntemos cómo habla Dios. ¿Como lo hacemos nosotros? ... ¿Manifiesta Su pensamiento oculto golpeando el aire con el movimiento articulado de la voz?. Sin duda, es fantástico decir que Dios necesita un camino tan indirecto para la manifestación de Sus pensamientos. ¿O no es más conforme a la religión verdadera decir que la voluntad Divina unida al primer impulso de Su inteligencia es la Palabra de Dios? [es decir, Cristo]. La Escritura lo describe en detalle para mostrar que Dios deseaba que la creación no solo se cumpliera, sino que también llevara a este nacimiento a través de algún colaborador. Podría haber relatado todo completamente como comenzó, "En el principio Dios creó los cielos y la tierra", luego "Él creó la luz", luego, "Él creó el firmamento". Pero ahora, al presentar a Dios como mandando y hablando, indica en silencio a Aquel a quien da la orden y a quien habla ... Esta forma de hablar ha sido empleada sabia y hábilmente para despertar nuestra mente a una indagación de la Persona a quien se dirigen las palabras».

Y así vemos que Cristo es el Creador, como también lo afirma San Juan Evangelista: «En el principio era el Verbo ... todas las cosas por él fueron hechas y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (Juan 1: 1, 3). San Pablo enseña lo mismo: «Dios ... creó todas las cosas por Jesucristo» (Efesios 3: 9); «por él (Cristo) fueron creadas todas las cosas, que están en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, sean dominios, sean principados, o potestades; todas las cosas fueron creadas por él y para él» (Colosenses 1:16)

Por lo tanto, en la iconografía ortodoxa tradicional de la creación no vemos al anciano de Miguel Ángel (el Padre) creando a Adán (como en el fresco de la Capilla Sixtina), sino a Cristo. Por supuesto, es la Trinidad en su conjunto la que crea: el Padre manda, el Hijo crea, y en un momento veremos al Espíritu participar en esta obra, mientras se "mueve" o "se cierne" sobre las aguas. De esto escribe San Efraín el sirio: «Era apropiado que el Espíritu Santo flotara como prueba de que en poder creativo Él es igual al Padre y al Hijo. Porque el Padre pronunció, el Hijo creó, y convenía que el Espíritu también ofreciera su obra. Y esto lo hizo flotando, mostrando así claramente que todo fue creado y realizado por la Trinidad».

1: 1-2 Dios creó los cielos y la tierra. Y la tierra era forma y vacía (Septuaginta: invisible e inacabada).

San Basilio pregunta: «¿Cómo es posible, si tanto los cielos como la tierra fueran de igual honor, que los cielos fueron llevados a la perfección y la tierra todavía fuera imperfecta e inacabada? O, en resumen, ¿cuál fue el motivo de la falta de preparación de la tierra? ¿Y por qué era invisible? Ciertamente, el perfecto estado de la tierra consiste en su estado de abundancia: el brote de toda clase de plantas, de árboles altos tanto fructíferos como estériles, la frescura y fragancia de las flores, y todo lo que apareció en la tierra un poco más tarde por mandato de Dios para adornar a su madre. Dado que todavía no había nada de esto, la Escritura razonablemente lo describió como incompleto. Podríamos decir lo mismo también de los cielos; que aún no habían alcanzado la perfección ni habían recibido el adorno adecuado, ya que aún no estaban iluminadas por la luna ni el sol, ni coronadas por los coros de las estrellas. Porque estas cosas aún no se habían hecho. Por lo tanto, no se desviará de la verdad si dice que los cielos también estaban incompletos».

San Ambrosio habla de esta obra del Primer Día como la "fundación" del mundo: «El buen arquitecto pone los cimientos primero, y luego, cuando los cimientos han sido puestos, traza las distintas partes del edificio, una tras otra. , y luego añade la ornamentación ... ¿Por qué Dios no ... concedió a los elementos al mismo tiempo que surgieron sus adornos apropiados, como si Él, en el momento de la creación, fuera incapaz de hacer que los cielos brillaran inmediatamente con estrellas tachonadas y que la tierra se vistiera de flores y frutos?. Eso muy bien podría haber sucedido. Sin embargo, la Escritura señala que las cosas fueron creadas primero y luego se pusieron en orden, para que no se suponga que en realidad no fueron creadas y que no tuvieron principio, como si la naturaleza de las cosas hubiera sido, por así decirlo, generada desde el principio. y que no pareciera algo añadido después».

San Efraín dice: «Dijo esto deseando mostrar que la vacuidad precedió a la naturaleza (de las cosas) ... Entonces solo existía la tierra, y no había nada al lado de ella».

1: 2 Y tinieblas cubrían la faz del abismo.

Las aguas del "abismo" fueron creadas junto con la tierra y sumergieron completamente la tierra. Ésta es la causa de su apariencia inacabada. Los Padres asumen que hubo cierta luz creada con los cielos, ya que los cielos son la región de la luz; pero si es así, las nubes que cubrían la tierra impedían que llegara a la tierra. San Efraín escribe: «Si todo lo creado (ya sea que se mencione su creación o no) fue creado en seis días, entonces las nubes fueron creadas el primer día ... Porque todo tenía que ser creado en seis días»[1].

San Ambrosio rechaza específicamente la opinión de que la "oscuridad" aquí se refiere alegóricamente a los poderes del mal.

1: 2 Y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.

Aquí vemos la actividad de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad en la creación. San Ambrosio escribe:«Aún estaba por llegar la plenitud de la operación en el Espíritu, como está escrito: "Por la palabra del Señor fueron establecidos los cielos y todo su poder por el Espíritu de su boca" (Sal. 32, 6). ... El Espíritu se movió convenientemente sobre la tierra, destinado a dar fruto, porque con la ayuda del Espíritu contenía las semillas de un nuevo nacimiento que iban a germinar según las palabras del Profeta: "Envía tu Espíritu y ellos será creados y renovarás la faz de la tierra"» (Sal. 103: 32).

San Efraín nos da una imagen hogareña de la actividad del Espíritu en el Primer Día: «[El Espíritu Santo] calentó las aguas y las hizo fértiles y capaces de dar vida, como un pájaro cuando se sienta con sus alas extendidas sobre sus huevos y por su calor les da calor y les produce fertilidad. Este mismo Espíritu Santo representó para nosotros entonces una imagen del Santo Bautismo, en el que al moverse sobre las aguas da a luz a los hijos de Dios».

El Espíritu Santo también participó en los otros días de la Creación, porque Job habla del «Espíritu Divino que me hizo» (Job 33: 4).

1: 3 Y dijo Dios: Sea la luz; y hubo luz.

San Ambrosio escribe:«Dios es el autor de la luz, y el lugar y la causa de las tinieblas es el mundo. Pero el buen Autor pronunció la palabra "luz" para revelar el mundo infundiéndole brillo y así embellecer su aspecto. Entonces, de repente, el aire se volvió brillante y la oscuridad se encogió aterrorizada por lo brillante del nuevo brillo. El resplandor de la luz que impregnó repentinamente todo el universo abrumó la oscuridad y, por así decirlo, la hundió en el abismo».

San Efraín, en armonía con los otros Padres, nos dice claramente que esta luz no tiene nada que ver con el sol, que fue creado solo en el Cuarto Día: «La luz que apareció en la tierra era como una nube brillante o como una salida del sol, o el pilar que iluminaba al pueblo hebreo en el desierto. En todo caso, la luz no podría dispersar la oscuridad que lo envolvía todo si no se hubiera extendido por todas partes ni su sustancia ni sus rayos, como el sol naciente. La luz original se derramaba por todas partes y no estaba encerrada en un solo lugar definido; dispersó la oscuridad sin tener ningún movimiento; todo su movimiento consistió en su aparición y desaparición; después de su repentina desaparición vino el dominio de la noche, y con su aparición este dominio terminó. Así, la luz produjo también los tres días siguientes ... Ayudó a la concepción y al nacimiento de todo lo que la tierra iba a producir al tercer día; en cuanto al sol, cuando se estableció en el firmamento, debía llevar a la madurez lo que ya se había producido con la ayuda de la luz original».

1: 4 Y vio Dios que la luz era buena.

Dios llama a cada etapa de Su obra "buena", al ver su naturaleza perfecta y virgen y, como enseña San Ambrosio, esperando la perfección de toda la obra:

Dios, como juez de toda la obra, previendo lo que va a suceder como algo terminado, elogia la parte de su obra que todavía se encuentra en sus etapas iniciales, siendo ya consciente de su terminación ... El alaba cada parte individual como apropiada lo que está por venir. «Y Dios separó la luz de las tinieblas. Dios llamó a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche» (Génesis 4-5). San Basilio comenta sobre este pasaje: «"Dios separó la luz de las tinieblas". Es decir, Dios hizo que sus naturalezas fueran incapaces de mezclarse y en oposición, una a la otra. Porque Él las dividió y separó con una gran distinción entre ellos. "Y llamó Dios a la luz Día y a las tinieblas Noche". Ahora, en adelante, después de la creación del sol, es de día cuando el aire es iluminado por el sol que brilla en el hemisferio sobre la tierra, y la noche es la oscuridad de la tierra cuando el sol está oculto. Sin embargo, esto no fue en ese momento de acuerdo con el movimiento solar, sino que fue cuando se difundió esa primera luz creada y nuevamente atraída según la medida ordenada por Dios, llegó el día y sucedió la noche».

1: 5 Y fue la tarde y la mañana un día.

San Basilio continúa: «La tarde, entonces, es una línea divisoria común entre el día y la noche; e igualmente, la mañana es la parte de la noche que linda con el día. Por tanto, para dar la prerrogativa de la generación anterior al día, Moisés mencionó primero el límite del día y luego el de la noche, ya que la noche seguía al día. La condición en el mundo antes de la creación de la luz no era la noche, sino la oscuridad; lo que se oponía al día se llamaba noche; por lo que recibió su nombre más tarde que el día ... ¿Por qué dijo "uno" y no "primero"?. Es más coherente para el que pretende introducir un segundo y un tercero y un cuarto día, llamar "primero" al que comienza la serie. Pero dijo "uno" porque estaba definiendo la medida del día y la noche».

Este Primer Día de la creación (no importa qué tan "largo" uno pueda suponer que sea) es el comienzo del ciclo de los siete días (cada uno con su "día" y "noche") que continúa hasta nuestros propios días. Aquellos comentaristas racionalistas que ven en los "siete días" y el hecho de que la "tarde" precede a la "mañana" meramente una proyección hacia atrás de las posteriores costumbres judías, se muestran totalmente fuera de armonía con la forma patrística de ver estas cosas, y por lo tanto no pueden responder a la pregunta: ¿de dónde y por qué los judíos tomaron estas costumbres?. En el punto de vista patrístico, el texto revelado puede y da los orígenes literales del mundo y las razones de las costumbres judías (que ahora son cristianas, porque el día de nuestra iglesia también comienza con las Vísperas, el servicio vespertino).

Así hemos llegado al final del "Día Uno", el Primer Día de la creación. Se ha establecido la medida del tiempo para todas las edades sucesivas (porque "antes" no había tiempo; el tiempo comienza con él). Y en otro sentido también es un día diferente a los que le siguen, como explica San Efraín: «Así, según el testimonio de la Escritura, el cielo, la tierra, el fuego, el aire y las aguas fueron creados de la nada; mientras que la luz  fue creada en el Primer Día y todo lo demás fue creado después de que fue creado a partir de lo que existía antes. Porque cuando Moisés habla de lo que fue creado de la nada, usa la palabra "creado" (hebreo: bara): Dios creó los cielos y la tierra. Y aunque no está escrito que el fuego, las aguas y el aire fueron creados, tampoco se dice que fueron producidos a partir de lo que existía antes. Y por tanto, también ellos vienen de la nada, como el cielo y la tierra son de la nada. Pero cuando Dios comienza a crear a partir de lo que ya existía, la Escritura usa una expresión como esta: “Dios dijo, sea la luz y fue la luz”. Y si se dice: Dios creó a los grandes monstruos marinos, antes de esto se dice lo siguiente: Que las aguas produzcan enjambres de seres vivientes. Por lo tanto, solo los cinco tipos de creaciones mencionados anteriormente se crearon de la nada, mientras que todo lo demás se creó a partir de lo que ya se había creado de la nada».

Las "cinco creaciones" que menciona San Efraín son los "cuatro elementos" de los cuales, según la definición de la ciencia antigua, todo lo que hay en la tierra, además del "cielo". Uno no tiene que aceptar esta forma particular de analizar la creación para ver que de hecho hay algo "fundamental" en el Primer Día de la Creación: contiene los comienzos de todo lo que vendrá después. Uno podría especular sobre de dónde vino la materia para las criaturas vivientes, los cuerpos celestes y otras creaciones de los próximos cinco días: ¿fue creada recientemente de la nada o fue realmente solo una transformación de la materia preexistente?. Pero este sería un ejercicio inútil que, en ningún caso, contradeciría la verdad de que la estructura básica y la materia de la creación se hicieron en el Primer Día; el trabajo de los próximos cinco días es menos "radical" que el del Primer Día - es más una "forma" que una "creación" en el sentido estricto.

La misma idea de "creación de la nada" o "del no-ser" distingue claramente el relato del Génesis de todos los mitos paganos y especulaciones sobre la creación. En este último, es una especie de "demiurgo" o "dios modelador" quien forma el mundo a partir de la materia ya existente, que, como dicen los Santos Padres, también es una especie de "dios". El Génesis describe el comienzo absoluto de todo el mundo, no su desarrollo a partir de algo ya existente; incluso las creaciones de los cinco días siguientes, como veremos, aunque surjan de la materia ya creada, son algo radicalmente nuevo que no puede entenderse como un mero desarrollo de la materia primera creada. Se puede considerar que las especulaciones de los pensadores modernos que intentan rastrear el mundo hasta una materia en última instancia simple que se desarrolla por sí misma son similares a las antiguas especulaciones paganas; la radicalidad de la explicación del Génesis está más allá de ambos, precisamente porque proviene de la revelación de Dios y no de las conjeturas y proyecciones de los hombres.

El cristiano que comprende el carácter absoluto de la obra creadora de Dios en los Seis Días ve la creación presente con ojos diferentes que quien la ve como un desarrollo gradual o "evolución" de la materia primordial (ya sea que se entienda esta última como creada por Dios o como autoexistente). En el último punto de vista, se considera que el mundo es "naturalmente" lo que es, y uno puede rastrearlo hasta formas cada vez más simples, cada una de las cuales puede entenderse "naturalmente"; pero en el primer punto de vista, el punto de vista del Génesis, uno se coloca ante los dos polos radicales de la existencia: lo que ahora es, y la nada absoluta de la que vino, de improviso y sólo por la voluntad de Dios.

Solo nos queda una pregunta más sobre el primer día: ¿dónde encaja la creación del mundo de los ángeles? Moisés describe la creación únicamente del mundo visible; ¿Cuándo se creó el mundo invisible de los seres espirituales? Algunos Padres piensan que están incluidos en la creación del "cielo"; otros no son tan específicos, pero saben que también fueron creados "al principio". San Basilio nos enseña: «De hecho, existía algo, como parece, incluso antes de este mundo, que nuestra mente puede alcanzar mediante la contemplación, pero que no se ha investigado porque no está adaptado a los que son principiantes y aún niños en comprensión. Ésta era una cierta condición más antigua que el nacimiento del mundo y propia de los poderes supra mundanos, algo más allá del tiempo, eterna, sin principio ni fin. En él, el Creador y Productor de todas las cosas perfeccionó las obras de Su arte, una luz espiritual acorde con la bienaventuranza de los que aman al Señor, las naturalezas racionales e invisibles, y toda la ordenada disposición de las criaturas espirituales que sobrepasan nuestro entendimiento y de las cuales es imposible incluso descubrir los nombres. Estos llenan completamente la esencia del mundo invisible».

De manera similar, San Ambrosio escribe: «Los Ángeles, Dominaciones y Poderes, aunque comenzaron a existir en algún momento, ya existían cuando se creó el mundo. Porque todas las cosas "fueron creadas, las visibles y las invisibles, ya sean Tronos o Dominaciones o Principados o Poderes. Todas las cosas", se nos dice, "han sido creadas por y para Él"». (Col. 1:16).

De hecho, Dios le dijo a Job: «Cuando se hicieron las estrellas, todos mis ángeles me alabaron a gran voz» (Job 38: 7, Septuaginta). Veremos en el Sexto Día cómo Adán fue tentado por satanás, y por lo tanto sabemos que la batalla de los orgullosos ángeles en el cielo, como se describe en el Apocalipsis (12: 7-8) ya se ha librado antes de esa fecha, y satanás ha ya "caído como un rayo" (Lucas 10:18).


2. El segundo día (Génesis 1: 6-8)

«Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así. Y llamó Dios a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo» (Génesis 1: 6-8)

Algunos han tratado de encontrar en este pasaje una visión "no científica" de los cielos, como si Moisés creyera en una especie de cúpula de cristal duro en la que están incrustadas las estrellas y sobre la cual hay una reserva ficticia de agua. Pero no hay nada tan fantástico en este texto.

La palabra "firmamento" parece tener en el Génesis dos matices de significado, uno bastante específico y "científico", el otro general. En su significado general, el firmamento es más o menos sinónimo de "paraíso" o "cielo": las estrellas se llaman «lumbreras en el firmamento de los cielos» (Génesis 1:14), y los pájaros vuelan «a través del firmamento de los cielos»(Génesis 1:20). Nosotros, que hemos perdido el significado específico de "firmamento", lo omitiríamos en tales descripciones y diríamos que tanto las estrellas como las aves se ven en los "cielos". La idea de que las estrellas están incrustadas en esferas de cristal es una especulación del antiguo pensamiento pagano y no tiene que proyectarse en el texto inspirado del Génesis.

¿Cuál es, entonces, el significado "científico" específico del "firmamento" en este texto? San Basilio enseña que, aunque también se le llama "cielo", no es sinónimo del "cielo" mencionado al comienzo del Génesis.

«Dado que se registró tanto un segundo nombre como una función peculiar del segundo cielo, éste es diferente del registrado al principio, uno de naturaleza más sólida y que proporciona un servicio especial para el universo ... Creemos que esta palabra asignada a una cierta naturaleza firme que es capaz de soportar el agua fluida e inestable. Y, seguramente, no necesitamos creer, porque parece haber tenido su origen, según el entendimiento general, del agua, que es como agua helada o alguna ... piedra traslúcida ... casi como el aire es transparente.  Ahora, comparamos el firmamento con ninguna de estas cosas. Verdaderamente, es peculiar de un intelecto infantil y simple tener tales nociones sobre los cielos ... Las Escrituras nos han enseñado a permitir que nuestra mente no invente fantasía más allá del conocimiento que se le ha concedido ...

No una naturaleza firme y sólida, que tenga peso y resistencia, no es esto lo que significa la palabra "firmamento". En dicho caso, la tierra se consideraría más legítimamente merecedora de tal nombre. Pero, debido a que la naturaleza de las sustancias que se encuentran arriba es ligera, rara e imperceptible, llamó a esto firmamento, en comparación con las sustancias más ligeras que son incapaces de percibir por los sentidos. Ahora, imagina un lugar que tiende a separar la humedad y deja que la parte rara y filtrada pase a las regiones superiores, pero deja que la parte gruesa y terrestre caiga hacia abajo, de modo que, por la reducción gradual de los líquidos, desde el principio hasta el fin se puede conservar la misma suave temperatura».

El "firmamento" en el Génesis, por lo tanto, es una especie de filtro natural que separa dos niveles de humedad atmosférica. Hoy no observamos un fenómeno tan definido que pudiéramos llamar "firmamento". ¿Fue quizás diferente en la primera tierra formada?

San Basilio cree que la función del "firmamento" era preservar una temperatura suave en toda la tierra. Ahora bien, da la casualidad de que conocemos un cierto efecto "invernadero" en la tierra en tiempos prehistóricos: se han encontrado plantas y animales tropicales en el hielo del lejano norte, lo que indica que las regiones del norte fueron una vez templadas. Además, en el segundo capítulo del Génesis se nos dice que antes de la creación del hombre, «el Señor no había hecho llover sobre la tierra ... pero se levantaba de la tierra un vapor que regaba toda la superficie del suelo». (Génesis 2: 5-6).

La tierra primitiva, entonces, parece haber sido un lugar bastante diferente al que conocemos: un lugar universalmente templado y húmedo que constantemente proveía con abundante lluvia a una frondosa vegetación, que, como veremos, era todo lo que Dios pretendía no solo como comida para el hombre, sino también para todas las bestias (Génesis 1:30).

¿Cuándo terminó está feliz situación? Pronto veremos las consecuencias de la caída del hombre; pero hay indicios de que la tierra, incluso después de la caída del hombre, conservó algunas de las características de la primera tierra. Miremos brevemente lo que dice la Escritura a la luz de nuestro conocimiento científico sobre la atmósfera. Los mismos Santos Padres a menudo aplicaron el conocimiento científico de su época para comprender las Escrituras, y a nosotros también se nos permite hacerlo, siempre que no violemos el texto de las Escrituras y seamos humildes y moderados en nuestro propio supuesto entendimiento. La siguiente explicación, por tanto, no se ofrece como dogma sino como especulación.

El mismo fenómeno de la lluvia no se menciona en el texto del Génesis hasta la época de Noé; y no es una lluvia ordinaria sino una especie de catástrofe cósmica: «se rompieron todas las fuentes del gran abismo, y las compuertas del cielo fueron abiertas. Y cayó la lluvia sobre la tierra por cuarenta días y cuarenta noches.…» (Gén. 7: 11-12). Inmensas - para nosotros, casi inimaginables - cantidades de agua se derramaron sobre la tierra reduciéndola virtualmente a su estado en el Primer Día de la creación, cuando el "abismo" cubría la tierra. Las lluvias que hoy conocemos no son capaces de hacer que esto sucediera; pero el texto describe algo aún peor: se soltó un inmenso suministro subterráneo de agua, y el "firmamento" - la condición atmosférica que conservaba un depósito permanente de agua en el aire, evidentemente en forma de nubes como las que hay en el planeta Venus, incluso ahora - literalmente  se "rompió" y vació su contenido sobre la tierra.

En esta luz, también podemos entender por qué Dios estableció al arco iris como la señal de Su pacto con Noé y todas las criaturas de que nunca más volvería a haber un diluvio sobre la tierra. ¿Cómo pudo el arco iris haber sido una señal, cuando supuestamente había existido a lo largo de los siglos anteriores? Evidentemente, el arco iris apareció entonces por primera vez. El arco iris está formado por los rayos directos del sol sobre la humedad del aire. Si la capa de nubes permanente de la tierra se disipó por la ruptura del "firmamento", entonces, literalmente, los rayos directos del sol golpearon la tierra por primera vez después del Diluvio. El arco iris había sido desconocido para el hombre antes de eso, por lo que ahora puede ser una señal para el hombre de que literalmente el suministro de humedad en el aire es limitado y ya no puede causar una inundación universal.

Algunos científicos han especulado recientemente –en base a diferentes evidencias - que la cantidad de radiación cósmica que golpea la Tierra por alguna razón manifestó un aumento sorprendente hace unos cinco mil años. Esto, por supuesto, sería cierto si las aguas sobre el firmamento hubieran servido como filtro y hubieran mantenido fuera la radiación dañina.

En vista de todo esto, parecería que el tiempo posterior al Diluvio es una época completamente nueva en la historia humana. Las comparativamente "condiciones paradisíacas de la tierra hasta la época de Noé, cuando una templanza universal prevalecía sobre la tierra y una abundante vegetación suplía las necesidades del hombre sin necesidad de comer carne (Noé es el primero en recibir el permiso de Dios para comer carne; Génesis 9: 3), da paso a la tierra más dura posterior al Diluvio que conocemos, cuando hay «tiempo de siembra y cosecha, frío y calor, verano e invierno» (Génesis 8:22), y los hombres ya no vivieron más de cien años como Adán y los primeros Patriarcas, ya que muy rápidamente se reducen a los setenta u ochenta años el límite general de nuestra vida.


Continuará ..
Leer Cómo leer el Génesis

Padre Seraphim Rose
Traductor: Yerko Isasmendi


Notas:

1) Este es otro indicio, dicho sea de paso, de que el trabajo de los Seis Días es distinto del trabajo creativo continuo de Dios después de eso, y que no podemos entenderlo proyectándolo desde nuestra experiencia actual.