Teología y alegoría estoica en el Compendio de Cornuto



La exégesis de los mitos revela con particular agudeza la compleja relación entre religión y racionalidad en la Antigüedad: para un lector occidental, no siempre es fácil comprender cómo los platónicos y los estoicos, defensores de una piedad racional, pueden estar interesados en historias que atribuyen pasiones humanas a los dioses y que pudieran  alimentar la superstición. Mientras que, para los platónicos, el mito tiene esta peculiaridad de que conserva por su simbolismo el misterio del Dios trascendente, en el caso de los estoicos, expresa las intuiciones de los primeros hombres del cosmos, de las cuales el alegórico explicará el sentido racional: las pasiones, los adulterios y las luchas son sólo la expresión poética de la naturaleza del Dios cósmico, inmanente, accesible al conocimiento humano y quién gobierna de manera racional el cosmos.

Este segundo paso no dejó de ser condenado por los epicúreos y los platónicos: al hacer de los dioses mitológicos el símbolo del logos divino, ¿no se arriesga la alegoría estoica a reducir lo divino a simples poderes físicos? ¿No introduce en la religión un racionalismo excesivo que corre el riesgo de socavar el politeísmo pagano?[1].

La pregunta merece ser formulada pero se basa, en nuestra opinión, en una percepción esquemática de la exégesis estoica. Intentaremos mostrar que la alegoría estoica no conduce a una interpretación puramente racionalista de los dioses mitológicos, sino que dota a la teología estoica de ese simbolismo que tendía, en su forma discursiva y dogmática, a simplificar. Es decir, si ofrece una interpretación refinada de la mitología, su expresividad deja al mismo tiempo huellas en la elaboración estoica de lo divino. Para ello, estudiaremos el lugar de las representaciones antropomórficas y lo irracional en la lectura filosófica del mito, dejando de lado otra cuestión cuya mayor importancia por sí sola merece un estudio aparte: se trata de la noción de misterio en un sistema teológico que sustenta el inmanentismo divino. Si bien tradicionalmente los especialistas parten de fragmentos de los antiguos estoicos para responder a tal pregunta, consideramos más relevante basarnos en la única obra de alegorías estoicas que nos ha sobrevivido casi intacta: el Compendio, breviario de los exégetas estoicos del mito, escrito en el siglo I d.c.,  por el gramático y filósofo Lucio Anneo Cornuto, maestro de Lucano y Persio.

La alegoría de los mitos al servicio de la piedad de la razón
Piedad y superstición estoica

Los estoicos redefinieron la noción de piedad tomando como referencia, no la religión institucional, sino la figura del Sabio que es el único entre los mortales que comparte la perfección moral y racional con los dioses. A partir de entonces, situadas en el marco de la ciudad universal que une hombres y dioses, una comunidad de seres racionales, las nociones de piedad o sacerdocio ya no suponen simplemente la realización y el conocimiento de los ritos civiles sino que se basan en la adquisición de la razón y la adhesión total del hombre al orden cósmico[2]. Epicteto amplía esta definición en el Manual subordinando la piedad al ascetismo de las pasiones (Manual, cap XXXI, 1-2):  «En cuanto a la piedad hacia los dioses (Τῆς περὶ τοὺς θεοὺς εὐσεβείας), sepan que lo más importante es esto: tener juicios rectos (ὀρθὰς ὑπολήψεις) sobre ellos, es decir, que existen, que 'gobiernan el universo de una manera buena y justa, y estar dispuesto a obedecerlos, ceder a ellos y seguirlos de buen grado en cualquier cosa que suceda (τὸ πείθεσθαι αὐτοῖς καὶ εἴκειν πᾶσι τοῖς γινομένοις θυθθ αονομένοις θυθθ αονομένοις κυθὶ αονομένοις κυθὶο αολοοςθθνοις κυθὶο αολοοςθθνοις κυθὶο αολοοςθθνοις κυθὶο αολοοςθθνοις κυθὶο αολοοςθθνοι κυθὶο αολοοννοις Así que no culparás a los dioses y no los culparás por descuidarte. Pero esto solo puede suceder si quitas lo bueno y lo malo de lo que no depende de nosotros y los colocas solo en lo que depende de nosotros»[3].

El extracto se encuentra al comienzo del capítulo XXXI del Manual dedicado a la noción de piedad (Τῆς περὶ τοὺς θεοὺς εὐσεβείας). En la religión romana, la pietas consiste en realizar los ritos siguiendo estrictamente las reglas prescritas por la ley del culto[4]. Ahora bien, en Epicteto, la piedad es ante todo intelectual. Por un lado, es una cuestión de conocimiento: un hombre entrenado en lógica debe hacer buen uso de su juicio al aceptar la tesis estoica de que el mundo está gobernado por una providencia razonable y benevolente. Por otro lado, la piedad surge de la voluntad: el hombre piadoso, gracias a un riguroso ascetismo de sus deseos y aversiones, primero τόπος en el programa educativo de Epicteto, conformará su voluntad particular a la voluntad del conjunto aceptando cualquier acontecimiento. . En otras palabras, del conocimiento filosófico de los dioses y la terapia de las pasiones depende la correcta ejecución de los ritos.

Sin embargo, tal concepción de la religión parece difícilmente compatible con los relatos mitológicos, como ha señalado en repetidas ocasiones Séneca: según él, al atribuir las pasiones humanas a los dioses, estos relatos dan una representación errónea de lo divino y exacerban las pasiones[5]. Como no se basan en la razón ni en el verdadero conocimiento de lo divino, fomentan la superstición, una subcategoría de una de las cuatro pasiones estoicas, el miedo, que resulta en exceso en el culto a los dioses[6].


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Jordi Pià Comella
Théologie stoïcienne et allégorie dans l’Abrégé de Cornutus : une rationalisation totale du mythe?
Traducción : Yerko Isasmendi


Notas

1Este es el punto de vista del epicúreo Cayo Veleio  en el Libro I de De natura deorum de Cicerón  (39-41)
2)  Diógenes Laercio, VII, 119: "Los Sabios son piadosos porque tienen experiencia en las costumbres que conciernen a los dioses. La piedad es la ciencia del culto divino. Y, además, harán sacrificios a los dioses y son puros. De hecho, evitan las faltas contra los dioses; los dioses se maravillan de ellos, porque son piadosos y justos con lo divino. Sólo los sabios son sacerdotes porque han estudiado los sacrificios, las fundaciones, Saneamiento y todas las demás normas adecuadas a los dioses "(θεοσεβεῖς τε τοὺς σπουδαίους · ἐμπείρους γὰρ εἶναι τῶν περὶ θεοὺς νομίμων · εἶναί τε τὴν εὐσέβειαν ἐπιστήμην θεῶν θεραπείας. Ἀλλὰ μὴν καὶ θύσειν αὐτοὺς θεοῖς ἁγνούς θ 'ὑπάρχειν · ἐκνεύειν γὰρ τὰ περὶ θεοὺς ἁμαρτήματα. καὶ τοὺς θεοὺς ἄγασθαι αὐτούς · ὁσίους τε γὰρ εἶναι καὶ δικαίους πρὸς τὸ θεῖον . Μόνους θ' ἱερέας τοὺς σοφούς · ἐπεσκέφθαι γὰρ περὶ θυσιῶν, ἱδρύσεων, καθαρμῶν, καὶ τῶν ἄλλων τῶν πρὸς τοὺς θεοὺς οἰκείων). Sobre este punto, nos tomamos la libertad de referirnos al primer capítulo de nuestro libro: J. Pià Comella, ‘’Une piété de la raison. Philosophie et religion dans le stoïcisme impérial’’. ‘‘Des Lettres à Lucilius de Sénèque aux Pensées de Marc Aurèle’’, Turnhout, Brepols, 2015, p. 35-87.
3) Τῆς περὶ τοὺς θεοὺς εὐσεβείας ἴσθι ὅτι τὸ κυριώτατον ἐκεῖνό ἐστιν, ὀρθὰς ὑπολήψεις περὶ αὐτῶν ἔχειν ὡς ὄντων καὶ διοικούντων τὰ ὅλα καλῶς καὶ δικαίως καὶ σαυτὸν εἰς τοῦτο κατατεταχέναι, τὸ πείθεσθαι αὐτοῖς καὶ εἴκειν πᾶσι τοῖς γινομένοις καὶ ἀκολουθεῖν ἑκόντα ὡς ὑπὸ τῆς ἀρίστης γνώμης ἐπιτελουμένοις. Οὕτω γὰρ οὐ μέμψῃ ποτὲ τοὺς θεοὺς οὔτε ἐγκαλέσεις ὡς ἀμελούμενος. Ἄλλως δὲ οὐχ οἷόν τε τοῦτο γίνεσθαι, ἐὰν μὴ ἄρῃς ἀπὸ τῶν οὐκ ἐφ’ ἡμῖν καὶ ἐν τοῖς ἐφ’ ἡμῖν μόνοις θῇς τὸ ἀγαθὸν καὶ τὸ κακόν (trad. P. Hadot, 2000, p. 185, muy ligeramente modificado).
4) J. Scheid, Religion et piété à Rome, 2e éd., Paris, A. Michel, 2001, p. 30.
5) Séneca., 16, 5: "De ahí esas extravagancias de los poetas, siempre dispuestos a alimentar con sus fábulas los descarríos humanos, cuando muestran a Júpiter embriagado por los placeres de una noche de amor, duplicando la duración; ¿No está encendiendo nuestros vicios rastrearlos hasta los dioses y dar la excusa de la licencia de nuestras pasiones a los excesos de la divinidad? (Inde etiam poetarum furor fabulis humanos errores alentium, quibus uisus est Iuppiter uoluptate concubitus delenitus duplicasse noctem ; quid aliud est uitia nostra incendere quam auctores illis inscribere deos et dare morbo exemplo diuinitatis excusatam licentiam?).
6) SVF, III, 408-409.

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