La doctrina ortodoxa de los ángeles


Sabemos por las palabras de Cristo mismo que el alma se encuentra con los ángeles en la muerte «Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham» (Lucas 16:22).

En cuanto a la forma en que aparecen los ángeles, sabemos también por el Evangelio: «el ángel del Señor … Y su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve» (Mateo 28:2-3); «un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca» (Marco 16:5); «dos varones con vestiduras resplandecientes» (Lucas  24:4); «y vio a dos ángeles vestidos de blanco» (Juan  20:12). 

A lo largo de la historia cristiana, las manifestaciones de los ángeles siempre han sido de esta misma forma de jóvenes deslumbrantes vestidos de blanco. La tradición iconográfica de la aparición de los ángeles también ha sido constante a lo largo de los siglos, representándolos como jóvenes deslumbrantes (a menudo con alas, que de por supuesto son una característica simbólica que no se suele ver en las apariciones angelicales); y el Séptimo Concilio Ecuménico en 787 decretó que los ángeles deberían ser siempre representados sólo de esta manera, como hombres. Los "cupidos" del arte occidental del Renacimiento y períodos posteriores son de inspiración pagana y no tienen nada que ver con los verdaderos ángeles.

De hecho, no solo con respecto a la representación artística de los ángeles, sino en toda la doctrina de los seres espirituales, el Occidente católico romano (y protestante) moderno se ha desviado mucho de la enseñanza de las Escrituras y de la antigua tradición cristiana. La comprensión de este error es esencial para nosotros si queremos comprender la verdadera doctrina cristiana del destino del alma después de la muerte.

El obispo Ignatius Brianchaninov (☨1867), uno de los grandes Padres de los últimos tiempos, advirtió este error y dedicó todo un volumen de sus obras completas a refutarlo y exponer la verdadera doctrina ortodoxa sobre este tema (vol. III en la edición de Tuzov, San Petersburgo, 1886). Al criticar los puntos de vista de una obra teológica católica romana estándar del siglo XIX (Abad Bergier, Dictionnaire de Théolegie), el obispo Ignacio dedica una gran parte de este volumen (págs. 185-302) al combate la idea moderna, basada en la filosofía de Descartes del siglo XVII, según la cual todo lo que está fuera del ámbito material pertenece simplemente al ámbito del "espíritu puro". Tal idea, en efecto, coloca al Dios infinito al mismo nivel que varios espíritus finitos (ángeles, demonios, almas de los difuntos). Esta idea se ha generalizado enormemente en la actualidad (aunque quienes la sostienen no ven todas sus consecuencias) y explica gran parte la confusión del mundo contemporáneo respecto a las cosas "espirituales": se muestra un gran interés por todo lo que está en nuestro lado del mundo material, con poca distinción entre lo divino, lo angélico, lo demoníaco o simplemente el resultado de los extraordinarios poderes humanos o de la imaginación.

El abad Bergier enseña que los ángeles, los demonios y las almas de los difuntos son "perfectamente espirituales"; por lo tanto, no están sujetos a las leyes del tiempo y el espacio, podemos hablar de su "forma" o "movimiento" sólo como metáforas, y «teniendo necesidad de revestirse de un cuerpo sutil siempre que Dios les permita actuar sobre los cuerpos» (Obispo Ignacio, vol. III, págs. 193-5). Incluso una obra católica romana del siglo XX sobre el espiritismo moderno, por lo demás bien informada, repite esta enseñanza, afirmando, por ejemplo, que tanto los ángeles como los demonios «pueden tomar prestado el material necesario (para convertirse en hombres visibles) de una naturaleza inferior, ya sea animada o inanimada» (Blackmore, Spiritism: Facts and Frauds, p. 522). Los mismos espiritistas y ocultistas han absorbido estas ideas de la filosofía moderna. Un sofisticado apologista del cristianismo sobrenatural, G. S. Lewis (anglicano), critica apropiadamente la moderna"concepción del cielo como un mero estado mental", pero él mismo todavía parece estar, al menos en parte, atrapado en la opinión moderna «de que el cuerpo, la localidad, la locomoción y el tiempo, ahora se sienten irrelevantes para los alcances más elevados de la vida espiritual» (C.S. Lewis, Miracles, The Macmillan Company, Nueva York, 1967, págs. 164-5). Tales puntos de vista son el resultado de una simplificación excesiva de la realidad espiritual bajo la influencia del materialismo moderno y debido a una pérdida de contacto con la auténtica doctrina cristiana y la experiencia espiritual.

Para comprender la doctrina ortodoxa de los ángeles y otros espíritus, primero se debe desaprender la dicotomía moderna simplificada de "materia-espíritu"; la verdad es más compleja que eso y, al mismo tiempo, tan "simple" que aquellos que todavía son capaces de creerla probablemente serán ampliamente considerados como "literalistas ingenuos". El obispo Ignacio escribe (énfasis agregado por nosotros): «Cuando Dios abre los ojos (espirituales) de un hombre, él es capaz de ver los espíritus en su propia forma» (p. 216). «Los ángeles, al aparecer a los hombres, siempre han aparecido en forma de hombres» (p. 227). Asimismo, «de la Escritura se desprende con toda claridad que el alma humana tiene la forma de un hombre en el cuerpo, al igual que los otros espíritus creados» (p. 233). Cita una multitud de fuentes patrísticas para probar este punto. Miremos, entonces, la enseñanza patrística por nosotros mismos.


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The Soul After Death
Padre Seraphim Rose
Traductor: Yerko Isasmendi


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