Breve reseña de la angelología en la Hikma ishraqîyya (sabiduría iluminativa)



Como ya he comentado en otras oportunidades,  el simbolismo de la luz y la oscuridad fue central en el pensamiento de Suhrawardî, simbolismo que sirvió de base al desarrollo de una angelología basada en los yazatas del Zoroastrismo. A grandes rasgos, el Shaij al-ishraq identifico los diferentes grados de la luz con varias órdenes angélicas, estando los ángeles a cargo de un ciertas funciones, entre ellas la más importante era servir de intermediarios entre la Luz de las luces (nûr al-anwâr) y los hombres; siendo cada orden angélico llamado “al-nûr al-isfahbadi”, que Suhrawardî señalo como lo que esta «dentro del alma del hombre», de tal manera que en «todas partes sus signos se manifiestan y todas las cosas dan fe de su presencia».

La ontología de Suhrawardî, así como su angelología, se despliegan como un mapa de la realidad interior del hombre. A diferencia de la concepción peripatética, como la de Ibn Sinâ y Al-Fârâbî, que veían a los ángeles como simples principios que estaban detrás de ciertas funciones en el mundo material, como la rotación de los astros; para Suhrawardî el número de los ángeles era igual al número de las estrellas fijas, por lo cual, su número era ilimitado. 

Desde esta jerarquía angelical surgieron dos órdenes: una longitudinal (tulî) y otra latitudinal (´aradi) con diferentes funciones. La orden tulî representaba el axis vertical o la jerarquía de luz que actuaba de forma similar a una escalera. La orden ´aradi es en donde residen las formas o arquetipos en el sentido platónico del término. En la parte superior de la orden longitudinal se encontraba la suprema luz, que él llamo “La luz suprema” (al-nûr al-a´zam) . De esta Luz de luces se va a producir un gradación de luz hacia un orden inferior, proceso que continúa hasta que llega a la oscuridad.

Para Suhrawardî existía un velo entre cada uno de los niveles de luz, este velo al cual llamo barzaj  permite el paso de solo una cierta cantidad de luz. La naturaleza primordial, original y global de este sistema, a través del cual se expresan una serie de doctrinas esotéricas, es lo que nuestro autor llamo al-ummahat (las madres), ya que estas contienen todo lo que existe originalmente en esta jerarquía,  las “ideas” (a´yân al-thâbitah) cuyo desarrollo es el mundo.

Como ya lo mencione, la orden latitudinal es en donde residen las formas. Cada ser en el mundo tiene su propio arquetipo (arbâb al-anwâ), que Suhrawardî asimilo a la angelología del zoroastrismo. De esta forma, por ejemplo al agua la identifico con Hordad, al fuego con Ardwahisht, a los vegetales con Murdâd y a los minerales con Shahriwar. Hay que precisar que en este proceso de asimilación,  algunas “ideas” fueron identificadas con los Amahraspandan (arcángeles) y no con los yazatas (ángeles), como es el caso por ejemplo de Ardwahisht, ya que el ángel Adar era el ángel asociado al fuego; pero Ardwahisht conlleva una idea más elevada, ya que estaba asociado a la pureza.

Para Suhrawardî la verdad última se encuentra en el corazón de todas las tradiciones reveladas, de ahí el uso de un simbolismo que bebe de diversas fuentes, ya que esta verdad yace en lo profundo de la religión zoroastriana o islámica. Su angelología, ese mapa celeste de la interioridad del hombre, justamente alude a esa Verdad, que no solo mora en lo profundo de cada uno de nosotros, sino que también es el elemento unificador de todas las tradiciones religiosas.

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