Ordenes Martinistas y Francmasonería en Francia desde la época de Papus (Parte I)


Esta es la primera entrada de una serie de traducciones que persigue exponer un tema que no solo ha generado un amplio debate dentro de la masonería, sino que también ha definido dos formas de entender, y por ende, vivenciar dicha fraternidad, lo que nos habla de dos visiones irreconciliables que conviven dentro de la masonería, y que esta entrada persigue exponer. En esta ocasión el texto traducido "Ordres martinistes et franc-maçonnerie en France depuis l'époque de Papus" de Roger Dachez, uno de los representantes franceses de la llamada "École authentique". que engloba a historiadores a menudo miembros de la masonería, que en base a un método científico de investigación, son muy críticos en cuanto al rol del esoterismo masónico(1).

Ordres martinistes et franc-maçonnerie en France depuis l'époque de Papus
 
A finales del siglo XIX, la Francmasonería francesa se había convertido en algo así como un partido político. Pero los masones franceses no habían decidido realmente dicho camino; en efecto, no tuvieron otra opción. Aunque el hecho a menudo no se reconoce o se interpreta en forma errónea, las logias francesas, establecidas en Francia en 1720 por los masones ingleses e irlandeses, habían conservado los principios de sus fundadores, plasmados en el Book of  Constitutions de 1723, como se desprende del primer texto masónico oficial francés, Devoirs  enjoints  aux  Maçons (Obligaciones a los Masones Libres)  de 1735. Se trata de una traducción bastante libre pero sin embargo fiel a los Charges of a Free-Mason compilados por Anderson o, más precisamente, fue una adaptación diplomática. Por ejemplo, cuando el texto en inglés dice «se considera hoy más conveniente no obligarlos más que respeto a la religión sobre la que todos los hombres están de acuerdo», la traducción francesa de 1735 dice: «esta religión de la que todos los cristianos están de acuerdo», lo cual marca una diferencia, ya que Francia era muy diferente del Reino Unido. En aquel tiempo, Francia era una monarquía absoluta bajo el joven Luis XV, y el catolicismo romano no sólo era la religión del Estado, sino la única permitida desde 1685, cuando Luis XIV había revocado el Edicto de Nantes que había dado a los protestantes libertad de adoración por casi un siglo.

A lo largo de la Edad de la Razón, de la Edad de la Iluminación, la Masonería Francesa vivió en un estado de continua ambigüedad. En primer lugar, la ambigüedad en cuanto a su estatuto oficial. El Gran Maestre entre 1743 a 1771, el Conde de Clermont, fue un destacado miembro de la familia real, y su sucesor el duque de Orleans, fue oficialmente el "Primer Príncipe de Sangre Real" en dicho cargo, pero durante todo ese tiempo, la masonería no tuvo ningún derecho legal a existir, y nunca recibió ningun reconocimiento de las autoridades. Por otra parte, había sido condenada y prohibida por el Papa, primero en 1738 y de nuevo en 1751(2). Es cierto que los edictos papales nunca tuvieron fuerza de ley en Francia porque el Rey -con el apoyo de la Iglesia francesa- conservó celosamente su poder, aunque oficialmente era un "rey muy cristiano" y la fidelidad del trono a la Iglesia Católica era una parte importante de su legitimidad. Así, después de la Revolución Francesa de 1789 y la caída del Primer Imperio en 1815, cuando la monarquía de los Borbones fue restaurada, la Masonería fue gradualmente considerada por las autoridades y especialmente por la derecha de la sociedad francesa, como una guarida de radicales -o antro de hombres progresistas- tanto en lo político como en lo religioso.

Si bien es cierto que en el transcurso del siglo XIX, si se atribuía gran valor a los ideales de tolerancia, libertad de conciencia y fraternidad universal, la Francmasonería era la única institución en Francia en la que se podían poner en práctica estos principios. A finales del siglo, simplemente hacer esto era participar activamente en la política. Si la antigua monarquía francesa hubiera adoptado el camino de la monarquía inglesa del siglo XVIII, la Francmasonería francesa probablemente se habría desarrollado de otra manera. Por supuesto, no podemos estar seguros y es mejor así: un historiador no es un novelista...

Por otro lado, la francmasonería francesa era también ambigua en cuanto a su espíritu y prácticas. El siglo XVIII fue el Siglo de las Luces, por supuesto, pero también la Edad de los Illuminati. En las logias francesas de aquella época no solo se encontraban hombres como Montesquieu, Condorcet y, más tarde, Benjamin Franklin e incluso Voltaire, sino que también hombres que buscaban secretos espirituales, herméticos o místicos. Uno tras otro, los primeros altos grados, los denominados "degrés écossais" (grados escoceses), tan apreciados por los hermanos franceses, comenzaron a prometer revelar al candidato "el más interesante y último secreto". Pero en cuestión de semanas o meses, se advertía a los hermanos que un nuevo grado había aparecido: era una historia interminable con actores muy diferentes. La mayoría de ellos eran honestos y genuinos, algunos eran estafadores y otros a medio camino entre ambos extremos.

En la ciudad de Lyon, la antigua y tradicional capital de la Galia, una de las principales ciudades comerciales en Francia, tres hombres, tres masones, desempeñaron un importante papel en la vida masónica durante las últimas décadas del siglo XVIII. Tres hombres que también fueron los antepasados del Martinismo.

El primero de ellos fue un hombre misterioso, o más exactamente, un hombre curioso y extraño. No sabemos exactamente cuándo nació, se cree que en algún momento entre 1710 y 1725, y no estamos seguros de dónde, probablemente en Grenoble. Aunque sabemos cuándo y dónde murió, en 1774 en Santo Domingo, las razones por las que había dejado Francia, dos años antes, no están claras. Se sabe oficialmente que fue para recibir un legado, pero fue la única razón de su partida?.

Incluso su nombre es incierto. La mayoría de las veces fue conocido como Martinès de Pasqually, pero a veces como Pasquallis de la Tour o Jacques de la Tour de la Case: nadie sabe realmente cuál es el nombre correcto. He leído muchas de sus cartas y están escritas en un idioma extraño, algo entre francés y español. Tenía fama de ser católico, pero es obvio que su familia era originalmente judía. En sus escritos a menudo se refiere, con un curioso neologismo, a la "esencia divina quatriple" ("la naturaleza divina quatriple"). "Quatriple", una combinación de "cuádruple" - para las cuatro letras del Nombre Divino en la Tradición Judía - y "triple" - para las Tres Personas de la Trinidad Cristiana! Dejo al lector para juzgar la extensión de su ecumenismo.

Este hombre era un enigma y su vida digna de un rompecabezas. Sin embargo, durante varios años fue considerado como un Maestro por un número de hombres inteligentes, sensatos y hasta muy educados. Se llamaban a sí mismos sus "Emules", porque querían "emular" a su Maestro. Para ellos, él era el "Gran Soberano" porque, gracias a él, eran - o podían aspirar a ser - los elegidos, los "Elus Coens", los "Sacerdotes Electos" según el "Culto Primitivo" del Profeta moderno(3).

Martinès era francmasón pero, inevitablemente, no sabemos dónde y cuándo había sido admitido en el Oficio. En la década de 1750 fue sin embargo el fundador de algunas logias y, después de algunos años de poco éxito, estableció su propia Orden. Esta era al parecer una orden masónica, con grados tales como Aprendiz, Compañero, Maestro, e incluso Maestro electo o Caballero del Este. Pero esto era sólo una fachada. El núcleo de la Orden, por así decir, no era la Masonería, sino algo más aterrador y también más fascinante: era la teúrgia: ceremonias mágicas diseñadas con la intención de hacer aparecer seres espirituales, ángeles de alto rango, o incluso al mismo Señor !.

Durante unos seis años, antes de su partida final a Santo Domingo, sus discípulos, pocos en número pero muy dedicados, trabajaron con él en sus Templos. Durante las impresionantes ceremonias de la Orden, algunos de ellos recibieron señales tangibles de la presencia divina: relámpagos en la oscuridad o sonidos apagados, mientras que otros no vieron ni oyeron nada.

Y por último estaba la obra magna del Maestro: un tratado que empezó a dictar a sus secretarios privados hacia 1770 y que nunca terminó. Era un comentario sobre la Biblia, especialmente sobre el Libro de Génesis, exponiendo una historia sagrada desconocida de la humanidad. Pero detrás de la historia había una doctrina. La doctrina de la "Reintegración", "readmisión" del hombre a su naturaleza divina y primitiva, y también la resorción o absorción final del mundo entero en el misterio divino. Este era el objetivo de la Orden y la misión de los Elegidos.

En 1774, Martinès murió en el otro lado del mundo quedaron sus discípulos a la deriva. La Gran Noche del mundo se había retrasado. En cuestión de meses, dos años como máximo, los templos fueron disueltos. Pero algunos de los elegidos que comenzaron a ser conocidos como "Martinistas", en recuerdo de Martín, trataron de encontrar su propio camino sin su Maestro.

Uno de ellos, el segundo antepasado del Martinismo, vivió en Lyon, donde Martinès había establecido un Templo de su Orden en 1767. Este hombre era Jean-Baptiste Willermoz(4). Había sido un masón prominente durante unos veinte años y era una de las figuras principales de la Masonería en Lyon. Durante años, había estado trabajando los rituales de la Orden de Martinés, pero nunca había logrado ver ni oír nada del mundo espiritual. Después de la salida de Martinès de Francia y ya trascurridos algunos años, Willermoz decidió fusionar dos cosas muy diferentes: la Masonería y la doctrina de la "Reintegración" de Martinès Las ceremonias mágicas fueron abandonadas, y Willermoz creó el Rito Escocés Rectificado. Hay muchos aspectos problemáticos en este sistema masónico, especialmente la leyenda templaria, que es la base de su Orden Interior, la  Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa; pero este es un tema que da para otro artículo. El otro problema es el lugar de la doctrina de Martinès en los rituales masónicos escritos por Willermoz. Es un lugar extraño, porque se entiende que esta doctrina está presente pero nunca se expresa claramente en estos rituales. El Rito Escocés Rectificado es masónico, puramente masónico, y no hay lugar en él para la magia. Pero para alguien que conoce las obras de Martinès, algunos detalles son sugerentes. Por ejemplo, en el tercer grado, las candelas de la logia están dispuestas para evocar - en el pleno sentido de la palabra "evocar" - la disolución final de la materia inanimada antes de la reabsorción del mundo en la Sustancia Divina. Pero por supuesto todo esto solo se sugiere y se puede apreciar e incluso disfrutar del Rito Escocés Rectificado sin saber nada acerca de estas claves esotéricas de los rituales(5). Fue la elección de Willermoz: mantener la doctrina de Martinès sin teúrgia y hacer uso de rituales masónicos para ilustrar con discreción su visión del destino humano.


Roger Dachez
Traducción: Yerko Isasmendi

Parte II

Notas

1) Los interesados en saber más de estas dos posturas, pueden consultar el libro  "À droite de l’acacia : de la nature réelle de la franc-maçonnerie?" de Stéphane François.
2) Alec Mellor, ‘The Roman Catholic Church and the Craft’, AQC 89 (1976), pp. 60-69. 
3) Michelle Nahon, ‘Elus Coen’, Dictionary of Gnosis and Western Esotericism (Leiden, 2005),  pp. 332-334. También ver Jean-François Var,  ‘Martinism: First Period’, id., pp. 770-779.
4) Jean-François Var, ‘Willermoz, Jean-Baptiste’, Dictionary of Gnosis and Western Esotericism (Leiden, 2005), pp. 1170-1174. On his life and doctrine, the major source remains: Alice Joly,  Un mystique lyonnais et les secrets de la  franc-maçonnerie, Jean-Baptiste Willermoz (1750-1824) (Mâcon, 1938).
5) Roger Dachez, ‘La parathéurgie chez Jean-Baptiste Willermoz et dans la maçonnerie rectifiée :approche d’un concept’, Esotérisme, Gnose et Imaginaire symbolique (Leuven, 2001), pp. 363-372.

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