La carta del Diablo en la hechiceria renacentista



Ya en otras entradas me he referido a la historia de la cartomancia en relación con la brujería y hechicería, atestiguada en los legajos de los archivos inquisitoriales. En esta oportunidad me centraré en la relación del tarot y la hechicería en la Venecia renacentista.

Michael S. Howard en su trabajo “A magic ritual in sixteenth-century Venice” comienza señalando que en la Venecia del siglo XVI una de las prácticas mágicas consideradas más blasfemas y peligrosas era el "scongiuro del tarrocco", también conocido como el “Martello d'amore” (Martillo del amor); Lorenzo Lippi[1] en su “Malmantile Racquistato” precisa el significado del término "ammartellato": «Martillo de amor es cualquier dolor o angustia del corazón por el amado: llamado Martillo porque este golpea y remece al corazón, de donde viene el término “Batticuore” (latido del corazón)».

Ahora bien, los métodos y usos de las cartas por parte de los hechiceros/as no se limitaban a la cartomancia, en los procesos inquisitoriales podemos encontrar formas ya olvidadas de su uso mágico, por ejemplo citaré el caso de un tal Gabriele que fue acusado en 1589 por la Santa Inquisición por haber enseñado sus oscuras artes a una “massera”, es decir, una sirvienta llamada Ariosa, que quería recuperar su trabajo. En este caso, aunque las cartas no persiguen resucitar una pasión amorosa, la función “del martillo” era todavía golpear el corazón de su ex empleador, para que este actuará en base a los deseos de la criada. Cuando Ariosa fue presionada a confesar relato: «… y luego me dijo que yo debía tomar un pedazo de cuerda de la campanilla de la iglesia y comprar una lámpara colgante con un bozzolao [candelabro con una base redonda], aceite, y un tarrocco en el que el Diablo estuviera pintado[2] y todas estas cosas en nombre de mi Señor, y que al tomar estas cosas no debía decir nada más, y luego me dijo que debía encender esa lámpara ante la imagen del diablo del tarrocco, que tuve que ponerlo con los pies hacia arriba y arrodillarse ante el dicho tarrocco con mis trenzas sobre mis hombros, (no recuerdo si con las rodillas descubiertas), y de repente de rodillas decir mi deseo con ira [stizza], extendiendo dicha lámpara colgante, y así habría alcanzaría mi deseo».

Michael S. Howard nos precisa que «en la práctica, la sirviente tenía que encender una vela delante de una carta invertida del tarot que representaba al diablo y dejarla arder hasta que se alcanzara el resultado deseado. A la mujer se le había recomendado que se aflojara el cabello y se quedara arrodillada delante de esa carta dirigiéndole al amanecer, al mediodía y al anochecer oraciones de devoción y fórmulas mágicas. Esto haría que el Diablo fuera al corazón de su empleador, causándole mucho dolor y forzándolo a devolver su trabajo»[3], En cuanto a la posición invertida de la carta, no hay misterio alguno ya que es sabido que dicha posición está relacionada con lo malo y negativo.

Marisa Milani en su trabajo “Streghe e Diavoli nei processi del S. Uffizio” nos da otra variación del uso mágico de la carta del diablo, esta vez con fines amorosos: «La carta del diablo del tarot, era el objeto más comúnmente utilizado para este tipo de hechizo, el cual consistía en poner la carta en una estantería delante de la cual había una vela de aceite que provenía de una lámpara de una iglesia, mientras que la mecha también tenía que hacerse con la cuerda de la campana de una iglesia. El ritual, casi siempre con fines amorosos, consistía en ponerse delante del pequeño altar y recitar el Paternoster durante tres noches consecutivas, con el cabello hacia abajo y las manos en la espalda, dirigiendo estas oraciones a las almas de los ejecutados que pudieran interceder ante el Gran Diablo con miras a que este logrará que los deseos fueran alcanzados».

En el proceso de 1586 llevado en contra de Emilia Catena, sabemos a través de las declaraciones de los testigos de los objetos utilizados para los rituales: la imagen de un diablo, Velas, huesos de muertos o tierra de un cementerio, una cesendello, aceite y cuerda de campana de una iglesia, fagots, una pequeña olla de barro, aceite común, un pájaro vivo, pan, sal, alumbre de roca.

Andrea Vitali en su libro “I Tarocchi - Storia, Arte, Magia - dal XV al XX secolo” nos señala que «el uso de las cartas para la magia era una práctica tan difundida en los siglos XVI y XVII que los tribunales inquisitoriales tuvieron que intervenir con más frecuencia para condenarla». Citando el caso ya mencionado en Venecia del uso de la carta “il diavolo” en un ritual desarrollado en un altar y otro caso similar en Toledo en 1615.



Yerko Isasmendi


Notas

1El florentino Lorenzo Lippi (1606-1665) fue un pintor y poeta. Pasó su vida en su ciudad natal, donde fue protegido por el Gran Duque Ferdinando II, y en Innsbruck, invitado por la Duquesa Claudia De Medici, viuda de Leopoldo V de Austria y la Condesa de Tirol, donde se desempeño como pintor y hombre de letras a la Corte.
2) Está mención a un Tarot que tuviera la carta XV, “il diavolo”, alude a la existencia de tarots cuyos arcanos mayores diferian de los actualmente conocidos, por ejemplo en el tarot de Etteilla no aparece el arcano del diablo, la carta XV es llamada La enfermedad, tampoco aparece en el fascinante Tarot de Mantegna.
3) Este ensayo inquisitorial es descrito por Marisa Milani en “Giornale storico della letteratura Italiana”, CLXII, 1985.

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