Droiture et mélancolie. Sur les écrits de Marc Aurèle
El estoicismo nunca deja de resucitar. Su popularidad no ha disminuido en varios años. Tal vez estemos viviendo actualmente en otra época de esta antigua doctrina, un neoestoicismo, como el que se vivió en el siglo XVII . ¿Será porque es una filosofía para tiempos convulsos, una filosofía esclava, como sostiene Hegel, de hombres educados en el consentimiento y la humildad? Se dice que los estoicos inventaron el sujeto, reivindicando su autonomía frente a las exigencias de la Ciudad, practicando el “cuidado de sí”; Habrían propuesto “ejercicios espirituales”, una espiritualidad sin dioses, moderna antes de la modernidad, pensadores anteriores al maremoto cristiano, que estandarizara las formas de pensar. Entre los maestros estoicos, Epicteto y Séneca, se dice que Marco Aurelio logró la combinación sin precedentes de lo político y lo filosófico, logrando ser a la vez plenamente estoico y plenamente emperador.
Pero esta moda del estoicismo se basa en anacronismos y proyecciones que conducen a interpretaciones erróneas e ilusiones. Michel Foucault y Pierre Hadot imponen a las obras de la Antigüedad categorías que son las de los existencialismos del siglo XX : Hadot acerca así a Sócrates a Søren Kierkegaard y le aplica su noción de "autoelección"; Foucault habla del “cuidado de sí” más en referencia a Martin Heidegger que en una exacta observancia del significado griego que se le atribuye. Ambos hacen de los filósofos antiguos “consejeros de la existencia”, permitiendo el acceso a un modo de vida más “auténtico”, siempre en línea con una preocupación heideggeriana y en absoluto helénica. Ambos abordan la filosofía antigua a través del prisma del cristianismo, de sus prácticas y de sus fines, viendo por ejemplo en el otium el gusto por el descanso y en el retiro una forma de anacoresis, o, más generalmente, conjugando la literatura protréptica de un Séneca o un Marco Aurelio con la dirección espiritual. La filosofía antigua estaría así marcada por un proceso de subjetivación, si no de promoción del individuo.
El trabajo de Pierre Vesperini, en la línea de otros estudios eruditos, nos invita a liberarnos de estas rejillas de lectura, sin duda atractivas pero falsas, para redescubrir el verdadero sentido del corpus grecorromano . Debemos descolonizar la Antigüedad para descubrir su originalidad y alteridad cultural. Así, pues, «cuidar de sí», como prescribe Marco Aurelio, no significa hacerse sujeto singular, llegar a ser uno mismo, sino conformarse a modelos y soportar sin "vergüenza" la mirada que uno mismo y los demás lanzan sobre las propias acciones. "La franqueza" es pues sinónimo de sencillez y del hecho de un alma sin sombra ni rodeo, liberada de «todo aquello que te haría sonrojar si tuvieras que decir que esto es lo que piensas» ( Meditaciones , III, 4). La vergüenza social es una prueba de conciencia moral. “Una y desnuda”, el alma debe paradójicamente volverse como un cuerpo: ofreciéndose enteramente a la mirada ( id ., X, 1). La filosofía no es un ejercicio individual, sino un elemento de una cultura, como lo es la elocuencia. No existe idea de libre albedrío, ni siquiera de voluntad en el sentido de autonomía.
Aún más sorprendente es que Vesperini demuestra, y éste nos parece uno de los principales desarrollos de la obra, que la filosofía es una «imitación de los dioses», que conocen la felicidad perfecta. No se trata de una aspiración espiritual y protomonoteísta que las antiguas religiones ritualistas ya no podían satisfacer; Éste es el programa propuesto por los santuarios iniciáticos, los textos herméticos y los cultos mistéricos, habiendo sido Marco Aurelio iniciado en los misterios de Eleusis, y contando con la compañía de Harnouphis, sacerdote jeroglífico egipcio ("escriba sagrado" encargado de los textos durante las ceremonias). Las fiestas y los sacrificios continuaron celebrándose hasta la era cristiana con un fervor atestiguado por documentos históricos. La filosofía no era sólo una ética: tenía una dimensión iniciática.
El otro interés de la obra reside en el retrato que se realiza de Marco Aurelio. Emperador, a pesar de sí mismo, tiene que luchar constantemente contra su melancolía, ciertamente característica de los hombres excepcionales, como subraya el Problema XXX atribuido a Aristóteles, pero que no está exenta de peligro. En toda persona que se dedica a la verdad y a su expresión sin concesiones, sin preocupación por la propiedad y la moderación, hay una soledad, una forma de anormalidad, de asocialidad, de locura o de tiranía potencial. La situación paradójica de este melancólico Marco Aurelio era la de tener a su cargo un imperio, de ahí, en sus escritos, las frecuentes invectivas contra este personaje, de ahí también la necesidad vital de recurrir a preceptos filosóficos para curarse de esta patología: «Carácter melancólico: carácter de mariquita, carácter demasiado seco, parecido al de las fieras, del ganado, de los niños, de los cobardes, de los traidores, de los bufones, de los mercaderes, de los tiranos» ( id ., IV, 28).
No hay nada de rebeldía, de autoafirmación o de defensa de la propia singularidad en el Pensamiento de Marco Aurelio, sino una disciplina de acción y de juicio rectos, una ortopraxis, capaz en “diez días” de transformar a la “bestia salvaje” o al “mono” que hay dentro de uno mismo en un hombre e incluso en un dios. Podría ser entonces que el empeño que ponemos en buscar la felicidad y realizarnos, que nos lleva a buscar consejos sobre desarrollo personal en la filosofía, sea paradójicamente, bajo la apariencia de "preocupación por uno mismo", sólo un esfuerzo de adaptación social, una escuela de conveniencia.
Fuente: Études. Revue de culture contemporaine
Laurence Devillairs
Traducción: Yerko Isasmendi
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