Heracles, patrón de fílosofos



«Sin ciudad y sin casa, privado de patria, mendigo errante, busco mi sustento día a día
[Diógenes de Sinope]

Al igual que otros pensadores del siglo V que habían descartado algunas características tradicionales del héroe, como su brutal apetito y su desenfrenada sexualidad;  Antístenes vio en el Heracles el símbolo del héroe trágico por excelencia, ensalzado por su constante esfuerzo, peregrino ascético y solitario filántropo.  Guiado por esta idea, es que Antístenes adopto a Heracles como el arquetipo del esforzado filósofo, idea compartida por estoicos y cínicos. El legendario héroe encarnaba la vida esforzada, que era a los ojos de estos filósofos, el instrumento de la virtud; una virtud, que englobaba la resistencia, la benevolencia hacia los hombres y la filantropía; ya que para esto filósofos, la virtud se expresaba mediante los hechos.

Eurípides lo describe como «sencillo, sin tapujos, capaz de las mayores empresas, enfocando todo su saber a la acción, desprovisto de palabrería». De igual manera, para los estoicos, la figura de Heracles encarnaba «al mejor de los hombres» (áristos andrón); ya que como describió Séneca  «Hércules no conquistó nada para sí. Pasó por el mundo sin apetecer nada, sino juzgando las cosas que debía conquistar: enemigo del mal, campeón del bien, portador de la paz a la tierra y al mar.» 

Esta imagen de una vida de austeridad de nuestro atlético y vagabundo héroe, solo armado con la piel de león y una maza, será el anticipo del cínico mendicante, vestido sólo con su burdo manto y su bastón. Heracles pasará ser el santo patrón del gimnasio de Cinosarges en el que, según noticias, enseñaba Antístenes. García Dual al respecto señala «Allí estaba su estatua; el musculoso campeón de la lucha adoptaba un gesto noble y sufrido, como el atleta que sabe que tras el triunfo le aguardan nuevos combates, y que el premio es efímero y el entrenamiento penoso y cotidiano». Recordemos que los cínicos insistirán en que el entrenamiento es necesario para la práctica de la virtud, ya que esta es requisito previo para que el obrar virtuoso sea un hábito.  De este modo la ascesis del cuerpo se transforma en una ascesis del alma; así Heracles se transforma en el ejemplo supremo de vigor y fuerza, no tan solo física sino que también anímica. Es así como  el tradicional patrón de los atletas se transformó en patrón de los filósofos del manto raído y el desarraigo. 


Yerko Isasmendi ®

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