El Tercer ojo en la vía mística cristiana



La esencia de la enseñanza de Hugo de San Victor es que el mero conocimiento no es un fin en sí mismo; no debiera ser otra cosa que un estriberón hacia la vida mística a través del pensamiento, meditación y contemplación; el pensamiento busca a Dios en el mundo material, la meditación lo descubre dentro de nosotros mismos y la contemplación lo conoce sobrenatural e intuitivamente. Esos son los “tres ojos” del alma racional.

Según este teólogo y místico medieval al salir del paraíso el ojo corporal (realidad sensible) quedó debilitado, perturbado quedo el ojo racional (realidad que me revela la razón) y ciego el ojo de la contemplación (visión religiosa y mística). Si no se cultiva este último ojo, permanecerá ciego. Estar fuera del paraíso es exactamente esto: no percibir ya la Presencia, carecer del órgano capaz de experimentar, de "ver" a Dios, al que-es, al que-está-con. La cultura occidental, que ha desarrollado preponderantemente el ojo de la razón, sufre ahora esta ceguera de un modo especial.

El cartujo Guigues II (+ 1188) al hablar de los 4 peldaños de la escalera espiritual (Scala Claustralium) decía: "En efecto, la lectura (lectio) es la inspección cuidadosa de las Escrituras con entrega de espíritu. La meditación (meditatio) es la concentrada operación de la mente que investiga con la ayuda de la propia razón el conocimiento de la verdad oculta. La oración (oratio) es la fervorosa inclinación del corazón a Dios con el fin de evitarle males y alcanzar bienes. La contemplación (contemplatio) es la elevación de la mente mantenida en Dios, que degusta las alegrías de la eterna dulzura"


Yerko Isasmendi


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