Esoterismo guenoniano y misterio cristiano




El medio siglo que ha transcurrido desde la muerte de René Guénon hace posible hoy adoptar con respecto a su obra una distancia suficiente como para juzgarla de una manera objetiva. Esta obra ha permitido a aquellos que han seguido su enseñanza realizar importantes trabajos que han aclarado y enriquecido de manera decisiva el conocimiento de las religiones, y que, además, han permitido a muchos ubicar su vida en la línea de una fe tradicional y de una auténtica espiritualidad. Permítaseme, en esta ocasión, que exprese toda la deuda que tengo hacia Guénon. Pero, ¿es preciso, sin embargo, considerar su enseñanza como un bloque sin fisuras y digna de una adhesión total y de un valor normativo absoluto? Algunos así lo han pensado y consideran a René Guénon como un «maestro» infalible; lo que sin embargo él mismo había tenido el cuidado de advertir que no era.

Ésta es una posición difícil de mantener cuando se estudia la obra con atención y con la imparcialidad que se requiere en temas tan graves. Ha llegado el momento de comenzar a erigir seriamente un balance de esta obra, de extraer su indiscutible contribución y de ver lo que, por el contrario, es caduco. Admiramos a Guénon y sabemos todo lo que nos ha aportado, pero, como decía Sainte-Beuve, «la verdadera admiración es crítica».

La parte más débil y discutible de la enseñanza guénoniana es la que concierne al cristianismo; es también la más discutida, y ello incluso en vida de Guénon, ya que fue, como se sabe, la causa principal de su malentendido con Frithjof Schuon, y la que, a continuación, suscitó la querella entre Marco Pallis y Michel Valsân en los Etudes Traditionnelles, así como numerosas otras discusiones. Ello es comprensible, dado que todos los cristianos que poseen un conocimiento serio de su religión, de su historia y de su teología, no pueden sino constatar que la posición de Guénon carecía de bases sólidas.

Pero, cualquiera que haya sido la pertinencia de las críticas realizadas hasta ahora de las tesis guénonianas sobre la religión cristiana, no habíamos visto, en la contienda, más que pequeñas escaramuzas, y el problema había permanecido tal cual, lo que creaba una situación grave, dada la importancia de este problema en el que está involucrado el destino espiritual de aquellos a quienes concierne. Había llegado el momento de tratarlo a fondo y de manera sistemática. A este respecto, el libro que publica Jean Borella constituye un acontecimiento capital. El autor era ciertamente la persona más indicada para realizar esta tarea. Con él, el asunto es discutido en todos sus aspectos y en todos sus detalles, y por un metafísico que está igualmente versado en la teología, dogmática y mística, y que posee un conocimiento profundo de la literatura patrística y de las obras de los grandes espirituales cristianos, pero que, además, debe mucho a Guénon, tal como recuerda en su prefacio al declarar a Guénon «indiscutible e indispensable en el dominio de la metafísica y del simbolismo».



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