El Loco Perruno



«Algunos lo admiraban como el hombre más sabio del mundo; a otros les parecía un loco; muchos lo desdeñaban como a un mendigo y un inútil; otros más lo escarnecían; y no faltaban quienes trataban de insultarlo arrojándole huesos a los pies como si hubiera sido un perro» 

[Dión Crisóstomo (Oraciones 9, 8- 9)]


Hace mucho tiempo que no me daba por esbozar algunas palabras sobre el Tarot, pero hoy al ver el triunfo del Loco me vino a la mente de inmediato las palabras de Diógenes de Sinope: «Sin ciudad, sin hogar, carente de patria, un mendigo y un vagabundo que vive al día». Ya antes había especulada sobre el significado de "Loco de Dios" con respecto a dicho triunfo, pero hoy lo relacione inmediatamente con la clásica imagen del kynikos, del perruno. En este triunfo podemos ver a este loco de dios - que en palabras de Epicteto se convierte en un heraldo de los dioses y en un (agathos daimón) - con los signos tangibles de la «disciplina» (askisis) del filósofo perruno: su zurrón, que contenía todas sus pertenencias, su báculo y su corto y basto manto. El loco (mainesthai), misionero y «doctor» de almas, iba camino adelante para propagar su mensaje, de ciudad en ciudad. ¿Y cuál era dicho mensaje?. ¿ Cuál era su terapia para la locura del mundo?.

La terapia en palabras de M.-O. Goulet-Cazé que recomendaba era insólita: «se basaba, en primera instancia, en la franqueza y la libertad de palabra (parrhésia), y a la risa; una risa franca que chocaba al interlocutor y le forzaba a reaccionar. Por último, se fundamentaba en la provocación, particularmente en forma de «desvergüenza», que Diógenes no consideraba como un fin en sí mismo, sino como un instrumento pedagógico que —una vez más— tendía a arrancar de su complacencia a los interlocutores. La práctica de Diógenes trataba de que los demás fueran conscientes de las incoherencias de la vida civilizada, si se la comparaba con la «vida natural», y conseguir que abandonasen su falsa vergüenza».


Aunque para un correcto análisis del simbolismo de los triunfos, siempre debemos de recurrir al Tarot de Marsella, pues en él, subsisten ricos elementos simbólicos. En el caso del Loco, podemos ver su trasero al aire y en versiones antiguas como el Tarot de Noblet (1650), también sus partes viriles disfrutan la brisa del camino, en una actitud de total desvergüenza (ἀναίδεια), mostrando así su desdén por el aidôs, la conducta socialmente aceptable. El animal el cual es difícil de precisar, pues su apariencia va desde lo felino a lo perruno, parece querer tocar sus partes pudientes, quizás en alusión al compromiso con la libertad, y por ende, el rechazo a los dictados de la sociedad o de la circunstancia externa, por lo que una demostración pública de la rápida disponibilidad de Afrodita, podría ser la proclama de ser un seguidor fiel de la naturaleza (physis) y de sus instintos, y liberado así de cualquier sumisión a toda institución o ley (nomos) convencional o local, pues el animal y dios constituían respectivamente el modelo concreto y teórico de autosuficiencia y de indiferencia, y por consiguiente, de felicidad.

Vemos en nuestro querido Loco, caminando sin rumbo la imagen del «cosmopolitismo», ya que él es «sin ciudad» (a-olis), «sin hogar» (a-oikos) y «ciudadano del universo» (kosmopolités). Nada lo ata, por ende, nada lo detiene, puesto que ha alcanzado la autosuficiencia (autarkeia) y carece de vergüenza (anaideia), ha logrado de este modo estar libre de la agitación emocional (apatheia). El Loco nos muestra la senda de la felicidad, ya que la esencia de está es el autodominio, y el autodominio es el equivalente de un carácter virtuoso, siendo la persona feliz así entendida la única realmente sabía, soberana y libre.

Nuestro Loco, como perro salvaje y molesto, es relegado a la periferia por su subversión desvergonzada, no solo expresada en su modo de vida (un bíos), sino que también por su estilo de pensar y expresarse (un trópos), por lo que carece de un número, ya que aparentemente su vagabundear burlesco carece de finalidad (telos), y digo aparentemente, porque tal como lo manifestó el emperador Juliano, la finalidad de nuestro tonto perruno es «el conocimiento de uno mismo, el desdén por las opiniones vanas y también la prosecución de la verdad… con toda la fuerza de su inteligencia».

Así que como un buen perro, nuestro Loco no se somete a un orden lógico o numérico, puede saltarnos encima en cualquier momento, para recordarnos entre bromas y chistes la importancia de (paracharáttein to nómisma), «reacuñar de nuevo las convenciones» e «invalidar la moneda de curso legal», viendo las adversidades que se nos presentan a lo largo de la vida, no como pruebas (ponoi) o males, sino como simples hechos o acontecimientos propios de la vida. Si el loco nos asalta junto a la Muerte, es para decirnos que esta no significa nada, ya que es solo un fenómeno natural y un fin normal de la vida. Nuestro Loco es un maestro (didaskalos), es un kataskopos (espía, inspector) porque indaga la verdad y la revela a los hombres, es un «mediador» (diallaktés) porque reconcilia a los hombres y, si todo este análisis es correcto, debe también ser un diallaktés porque reconcilia a hombres y dioses.

Entre tantas hipótesis y teorías sobre el significado de los arcanos, creo que de nuevo una mirada filosófica aporta muchas luces sobre estos enigmáticos y bellos cuadraditos de cartón, más cuando el cinismo y su invitación a vivir acorde con la naturaleza (kata physin) fue motivo de interés por parte de los humanistas en el renacimiento, especialmente a través de la figura del erudito loco Menipo, que con su deambular burlesco en el tiempo cuando floreció el tarot, continuo mostrándonos su provocativa rebelión cultural, practicando una vida perruna (un bios kynikós), y mofándose de todas las trabas y trampas sociales.


Yerko Isasmendi

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