Los Estoicos, Sobre la Conflagración Mundial y la Recurrencia Eterna
En su libro Sobre la Providencia, Crisipo, el más erudito y riguroso de los filósofos estoicos, discutió la recurrencia del mundo. «Puesto que esto es así», continuó, «evidentemente no es imposible que también nosotros, después de nuestra muerte, regresemos a la forma que tenemos ahora, cuando hayan transcurrido ciertos períodos de tiempo»(1). Los reportes menos cautelosos de la doctrina estoica ortodoxa venden esta «posibilidad» como un firme principio de la escuela. He aquí el pintoresco relato de Nemesio de Emesa, un obispo que escribió en los siglos IV o V de nuestra era: «De nuevo habrá un Sócrates y un Platón y cada uno de los hombres con los mismos amigos y conciudadanos. Sufrirán las mismas cosas, se encontrarán con las mismas cosas y pondrán sus manos en las mismas cosas, y cada ciudad, aldea y pedazo de tierra regresará de la misma manera. El retorno periódico de todo ocurre no una vez sino muchas veces; o mejor dicho, las mismas cosas regresan infinitamente y sin fin. Los dioses que no están sujetos a la destrucción, a partir de su conocimiento de este único período, saben por él todo lo que va a suceder en los próximos períodos(2). No habrá nada extraño en comparación con lo que ocurrió anteriormente, sino que todo será exactamente igual y no será diferente hasta en los más mínimos detalles»(3).
Esta renovación eterna del mundo que ahora habitamos siempre está precedida por la ekpyrosis, una conflagración tan poderosa que nada escapa a su efecto(4). Un ciclo infinito de conflagraciones termina la existencia de los mundos infinitamente recurrentes. Así continúa, y siempre ha continuado, y siempre continuará, mundo y conflagración sin fin. Algunos estoicos posteriores tenían sus dudas, o abandonaron la doctrina por completo en favor de la indestructibilidad del mundo existente(5). Incluso Crisipo, en el pasaje con el que comenzamos, es vacilante acerca de nuestra propia recurrencia eterna. ¿Puede ese maestro de la dialéctica haberse entregado seriamente a especulaciones, por no decir doctrinas firmes, tan extrañas, tan incrustadas en la mitología, tan aparentemente inútiles o ridículas, ya sea como ciencia o como protréptico para la vida moral basada en la racionalidad? Aunque recientemente se ha avanzado mucho en la clarificación del contexto histórico y dialéctico de la conflagración y su eterna recurrencia, una mayor defensa de los estoicos en estas cuestiones debe tener en cuenta los numerosos votos negativos de los historiadores actuales de la filosofía(6). Lapidge aísla tres razones para la conflagración y las considera todas “poco convincentes”(7). Sandbach, hablando de ambas doctrinas, dice que los argumentos a su favor “no eran convincentes”(8).
Notas:
2) “Dioses que no están sujetos a la destrucción” se refiere a Zeus, el “principio activo” eterno de los estoicos o logos, a diferencia de los cuatro elementos que solo existen durante la duración de cualquier mundo temporalmente finito.
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