Aspectos institucionales de la escuela estoica



Se sabe aún menos sobre el carácter institucional de la Stoa que sobre el de otras escuelas atenienses. No tenemos pruebas de que Zenón haya legado a su sucesor ningún tipo de propiedad académica, estructura financiera o jerarquía organizativa. Lo que está bien atestiguado, sin embargo, es que, como en otras escuelas filosóficas, había un director formal (el 'erudito'). Se desconoce si era nominado por su predecesor o elegido después de su muerte, pero una vez nombrado, ciertamente ocupaba el cargo de por vida.

Aunque la estructura institucional de la escuela sigue siendo oscura, la cuestión de las finanzas evidentemente tenía un gran peso. No todos los adherentes a la escuela eran ricos; Cleantes, en particular, tenía fama de ser pobre y se dice que cobraba honorarios[1].Su sucesor Crisipo escribió en apoyo de dicha práctica, que él mismo adoptó claramente[2], al igual que al menos uno de sus propios sucesores, Diógenes de Babilonia[3]. En su obra Sobre los medios de vida, Crisipo amplió la pregunta, preguntando de cuántas maneras un filósofo podría ganarse la vida de manera apropiada. Los únicos tres medios aceptables, concluyó, eran servir a un rey (si uno no podía ser rey), confiar en los amigos y enseñar. No hay evidencia de que Crisipo adoptó la primera de estas prácticas, y se dice que Zenón rechazó explícitamente las invitaciones a la corte macedonia[4]. Sin embargo, otros importantes estoicos sí la adoptaron: Perseo aceptó la invitación de la corte macedonia en lugar de Zenón, y Esfero, un contemporáneo más joven, tenía fuertes vínculos con las cortes alejandrina y espartana.

Independientemente de las consideraciones financieras, algunos de estos vínculos dinásticos fueron indudablemente de considerable importancia política para la fortuna a largo plazo de la Estoa[5]. También en Atenas, la reputación pública de la escuela parece haber sido alta. Después del breve período en el 307 durante el cual los filósofos fueron exiliados de la ciudad (irónicamente, un síntoma de su creciente importancia política), todos los signos apuntan a que gozaron de una considerable estima pública. Aunque, aparte de Epicuro, prácticamente todos los filósofos helenistas de quienes oímos hablar no eran atenienses, parece claro que a muchos se les concedió la ciudadanía ateniense[6]. Además de la ciudadanía, se concedieron a los filósofos otros reconocimientos de eminencia. Zenón de Citio, por ejemplo, aunque se dice que rechazó la oferta de ciudadanía por respeto a su ciudad natal, fue honrado formalmente por los atenienses en un decreto en el momento de su muerte[7]

«Puesto que Zenón de Citio, hijo de Mnaseas, que ha vivido durante muchos años en la ciudad dedicado a filosofar, y que también en los demás respectos se ha portado como persona de mérito, exhortando a quienes acudían a su en­cuentro a la virtud y a la moderación, los ha estimulado a los fines más elevados, presentando a todos como ejemplo su propia vida en perfecto acuerdo con las doctrinas que él profesaba, le ha parecido bien al pueblo -con buena fortuna- elogiar a Zenón de Citio, hijo de Mnaseas, y coronarlo con una corona de oro de acuerdo con la ley, en honor a su virtud y sabiduría moral, y construirle un sepulcro en el Cerámico a costas del erario público».

(El decreto continúa con detalles de los comisionados nombrados para supervisar el trabajo).

Es desde mediados del siglo II en adelante cuando la posición cívica de los filósofos parece haber sido más notable. En el 155, los actuales jefes de la Estoa (es decir, Diógenes de Babilonia), la Academia y los Peripateticos fueron elegidos como embajadores para representar a Atenas en las negociaciones en Roma, pidiendo la condonación de una multa impuesta a la ciudad por el saqueo de Oropus[8]. La ocasión fue de especial importancia histórica debido a las abarrotadas conferencias que los filósofos dieron mientras estaban en Roma, causando ondas de choque entre el establishment romano, pero haciendo más que cualquier otro evento individual para encender en Roma una fascinación por la filosofía, que no disminuirá durante el resto de la antigüedad y tendrá especial importancia para la futura fortuna del estoicismo.


The cambridge companion to The Stoics
The school, from Zeno to Arius Didymus
David Sedley
Traducción: Yerko Isasmendi


Notas

1) Philodemus, Ind. St. 19 con Dorandi (1994) ad loc.
2) Plut. St. rep. 1043b–1044a.
3) Cic. Acad. II 98.
4) DL VII 6.
5) Este aspecto es explorado por Erskine (1990).
6) Véase Philodemus, Hist. Acad. XXXII 6-8 Dorandi (1991), donde las Charmadas académicas, que regresaban de Asia a Atenas, "obtuvieron fácilmente la ciudadanía y abrieron una escuela en el Ptolomeo". . . Para la evidencia epigráfica sobre esta práctica honorífica, ver Osborne (1981-3).
7) DL VII 10-11. El decreto se exhibió, de manera bastante intencionada, tanto en la Academia como en el Liceo.
8) La ausencia de un representante epicúreo entre ellos atestigua la postura apolítica adoptada y promovida por esta escuela.

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