Notas iniciales sobre la brujería em Chile



A la hora de abordar este tema, en primer lugar debemos de hacer una clara distinción con respecto a las imágenes que nos viene a la mente cuando se habla de brujería; escenas por lo demás asociadas a la imaginería nacida de la literatura y cine anglosajón, y por ende, basadas en la brujería como se vivió a lo largo de Europa y por extensión Norteamérica a partir del siglo XIV aproximadamente. Generalmente esta imaginería se basa en el modelo de la llamada “brujería satánica” que guardar una gran distancia con los hechos que se juzgaron en Chile; por lo cual a mi juicio no refleja la realidad vivida en nuestro país.

Antes de entrar de lleno en el tema que nos ocupa, debemos de hacer algunas pequeñas distinciones de términos, que muy a menudo no se diferencia o en el mejor de los casos, son utilizados en forma inexacta. Es muy común que brujería y hechicería se usen como sinónimos; pero cuando hablamos de la realidad de dicho fenómeno podemos comprobar como existe una clara distinción tenida en cuenta por los propios inquisidores.

Como es bien sabido el significado y origen del término “bruja” es incierto(1), y existen un sinnúmero de teorías al respecto que sería muy largo enumerar; pero sabemos que el término “bruxa” se utilizó por primera vez en español a finales del siglo XIII, pero en referencia a un demonio femenino súcubo; ya en 1346 hay constancia del uso de la palabra “bruixa” en referencia a una mujer que práctica sortilegios(2) y hechizos(3). El escritor Enrique Echazarra(4) nos precisa que la base legal de la brujería en la edad media era el pacto con el diablo, sobre esta característica de la brujería la profesora María Jesús Torquemada(5) clarifica que desde el punto de vista jurídico se puede hablar de brujería cuando existe la constatación de una renuncia al Dios del cristianismo y una adoración a Satanás – lo que se denominó ”la herejía perfecta”, siendo por ende, el fenómeno de la brujería una realidad netamente cristiana.

Para Gustav Henningsen la bruja se hace o nace a través de un pacto con una entidad sobrenatural, por lo cual, la brujería no se puede aprender, al contrario de la hechicería.  En cambio la hechicera como lo precisa la profesora Eva Lara(6) al no formar parte de ninguna sociedad secreta dirigida por el diablo, su naturaleza es más general ya que no esta circunscrita a un credo o cultura determinada,  diferenciándose además de la bruja, debido a una variada gama de trabajos mágicos.

Ángel Gari(7) define a la bruja como una persona que el pueblo la cree capaz de una agresión mágica, en cambio la hechicería se refería a las mujeres que en el ámbito rural poseían conocimientos de curanderismo y herboristería, dedicándose a sanar y curar en los parajes rurales donde no había posibilidad de otro tipo de asistencia médica(8). Aunque con el tiempo esta distinción pudo volverse muy tenue, debido a que la brujería y hechicería van a menudo de la mano.

Este serie de ensayos sobre la brujería en Chile se hacen eco de lo planteado por Echazarra, en cuanto a que lo distintivo de la brujería es algún tipo de relación con lo que en Occidente llamamos el Diablo,  y que la operatividad de la hechicería no pasa por ningún tipo de relación con una entidad o fuerza, sino que basa su accionar en una serie de procesos que deben su efectividad a la correcta realización de los mismos.

En cuanto al curanderismo y la figura del hombre / mujer sabio rural que en el caso de Chile, engloba a un sinnúmero de prácticas aun vivas, aunque en muchos casos agónicas a lo largo del país. Me refiero a santiaguadoras, componedores de huesos, quebradores de empacho, etc., que rara vez se suelen entremezclar y asociar con las prácticas de la brujería, aunque en no pocas veces sus practicantes en determinadas épocas hayan sido tildados de brujas.

Lo que nos lleva a la primera pregunta, ¿en el caso de Chile existió realmente la brujería o más bien toda la fenomenología  se suscribe a la hechicería y al curanderismo?


Yerko Isasmendi 

Parte I - Parte III



Notas

1) La mayoría de las teorías le dan un origen preromano,; otros la hacen proceder del celta "britxu" que significa magia o de "brouxa”, “ver ouxa”, que significa “muy alta” (aludiendo a los antiguos cultos lunares); otras palabras protoceltas que tienen cierta semejanza serian: "brixtâ" (hechizo), "brixto" (fórmula mágica). Para otros viene del germano "Bar" (de donde viene barbado por ejemplo); o del nórdico "brugga" (hervir pociones); otros la hacen derivar de la ciudad de Flandes (Brugis) o del germanico "Burex" (hermano); y no podían faltar el euskera, de la palabra "burutxa" (buru= cabeza y utza= vacio) .. así que la figura de la bruja es misteriosa hasta en la palabra que la designa.
2) Término que proviene de dos voces latinas: sors, sortis (suerte) y légere (leer). 
3) Deriva del latin facticius (no natural, artificial), de las voz facere (hacer) y el sufijo icio (semejante). 
4) Crónicas de Brujería: Un viaje por la España de las brujas, editado por Aguilar, 2007. 
5) Profesora de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid y experta en la Inquisición.
6) Profesora de lengua y literatura en la Universidad Católica de Valencia, estudiosa de la brujería y la hechicería en la literatura.
7) Antropólogo, historiador y director del Museo de Creencias y Religiosidad Popular de Abizanda en Huesca. 
8) Un caso particular es Galicia, pues en dichas tierras son las Meigas, expertas en “megar”, esto es, enmeigar, hacer el mal a personas y animales, para lo que establece un pacto con el diablo. En tierras gallegas la bruxa pasa a tomar el rol de la hechicera sin connotaciones demoniacas. El antropólogo Carmelo Lisón Tolosana en su excelente libro “brujería, estructural social y simbolismo en Galicia”, precisa que la meiga no debe confundirse con la bruxa que hace el bien y es capaz de deshacer los conjuros maléficos y el mal de ojo de las meigas; puesto que la meiga es la bruja satánica cuyo cometido es causar el mal en virtud del pacto que tiene con el demonio.

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