El concepto del Mal en el Judaísmo


Un hecho interesante al momento de analizar la concepción del mal en el judaísmo, es la “evolución” del pensamiento judío a lo largo de la historia; proceso que a dado pie a que algunos investigadores hallan urdido interesantes hipótesis. Desde una óptica agnóstica Juan B. Bergua, en el tomo III de la "Historia de las Religiones" afirma: «pero hasta que los judíos conocieron, gracias al destierro en Babilonia, la religión persa, tanto la angeología como la demonología inventadas por sus sacerdotes (levitas), eran mucho menos importantes, mucho menos consistentes. El mal´akh de Yahvé no pasaba de ser una especie de delegado, de encargado de negocios de este Dios. Incluso una especie de hipóstasis suya más bien que un ángel”; por último estableciendo en que “la angelología y demonología propiamente dicha, con toda su jerarquía, no parecen en el judaísmo sino tras el destierro».

Por su parte Daryoush Jahanian en su "The Influence of Zoroastrianism on other Religions" nos hace notar que en el judaicos primitivo el concepto de cielo e infierno estaban totalmente ausentes, pues sus creencias en esta materia giraba en torno al Cheol, un inframundo desolado. En las antiguas creencias judías el espíritu [nefesh](1) descendía al Cheol [She´ol], lugar impreciso. sombrío y oscuro, donde permanecía por la eternidad(2). En el libro de Job se nos informa que del Cheol no se vuelve «lo mismo que la nube se desvanece y desaparece, así el que baja al cheol de él no volverá a subir». En el Diccionario Católico de Mons. Juan Straubinger, se nos precisa que She´ol designa en la Tora al Infierno, lugar de los condenados; aunque el término en si engloba a todos los muertos, pues el significado de She´ol es «mansión de todos los muertos».

Esta supuesta “evolución” constatada por algunos investigadores, que más que buscar la verdad persiguen hacer calzar las escrituras con sus visiones particulares de la Religión(3) y de Dios, pues to que esta evolución del pensamiento religioso judío se puede rastrear con relativa facilidad en la sucesión de mensajes divinos llevados al pueblo judío a través de sus profetas. De igual manera, en otras entradas que girarán en torno al mal, nos daremos cuenta como las concepciones religiosas en las diferentes religiones del libro, se repiten, complementan e integran en forma perfecta. Ante este hecho los investigadores antes mencionados afirman que todas las religiones monoteístas nacidas del tronco de Abraham son “meras copias” y asimilaciones del antiguo zoroastrismo, no queriendo ver, como el mismo mensaje divino se ha ido reactualizando y por ende reafirmando a través de los profetas a lo largo de toda la historia humana.

Lo que si es un dato fehaciente es la asimilación de vocablos e imágenes míticas, como soporte de realidades espirituales en los estados más primitivos y por ende formativos del pensamiento religioso judío; vemos por ejemplo que el término Belcebú, bien pudo provenir de la deidad Egronita de Ba´al Zebub (Señor de las Moscas), a pesar que esta antigua deidad filistea en ningún modo poseía características demoníacas. En cambio los términos de satán y diablo, hacen referencia a actitudes o acciones asociadas al mal o al pecado, vemos por ejemplo que diablo etimológicamente significa “acusador”, pues el es quién expone los pecados del hombre ante Dios. Satán en cambio es el “adversario”, es quién se opone entre Dios y el hombre. Satán aparece por primera vez en los textos bíblicos en el episodio legendario de Balâm, como un delegado de Yahvé; que por orden de este, se presenta ante el profeta como Satán, es decir, impedimento, como obstáculo en su camino; lo mismo podemos verlo en los hechos de Job.

Vemos en estos dos hechos que el mal encarnado en Satanás no es un poder y por ende no es un principio, pues depende del permiso de Dios para actuar, lo que lo convierte en un instrumento de este, aunque como veremos más adelante el mal es más bien una anomalía transitoria necesaria y por lo cual, planeada e instaurada por Dios, pues a través de ella el objetivo de la creación se alcanza, objetivo que no es otro, que la elevación necesaria del hombre para que este logre su encuentro con Dios. Lamentablemente algunos estudiosos no han podido ver más allá del plano filosófico moral, como Zeferino González que en su Historia de la Filosofía nos dice «Moisés por otra parte, enseñaba que el mal tiene su origen en la voluntad finita y creada, o sea del abuso de la libertad concedida a los ángeles y al hombre, única teoría que es dable conciliar con la bondad infinita y creadora de Dios, la existencia y el origen del mal moral».
El concepto del Mal en el Talmud y el Zohar
«La serpiente, que era el más astuto de todos los animales en el campo que Yahvé había hecho, dijo a la Mujer: ¿Como es que Dios ha mandado: No comáis de ningún árbol del jardín?. Respondió la mujer a la serpiente: Podemos comer de los frutos de los árboles del jardín; más del fruto del árbol que está en el medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, no sea que muráis. Replicó la serpiente a la mujer: De ninguna manera moriréis: pues bien sabe Dios que el día en que comieres de él, se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal».

Parasha Bereshit (Libro del Génesis)
De esta forma hace ingreso el mal en los textos religiosos judíos. De estos versículos lo primero que nos llama la atención es la personificación del mal en la serpiente, recordaremos que dicha asimilación ya se habría producido en el Zoroastrismo, en donde todo animal que se arrastraba era considerado una entidad de Ahriman; asimilación que se remonta a las antiguas formas religiosas caldeas – babilónicas en donde el caos primordial era simbolizado en una gran serpiente Tiamat, entidad ofidia que a menudo se asociaba a una deidad del agua o guardiana de esta, siendo por ende, un paso lógico su asimilación como deidad del mal, al ser esta el señor o guardián del agua primordial, el gran caos, de donde emergió, el Cosmo(4), como muy bien lo describe el Zohar «se encrespan las aguas y el ruido que producen es oído por la serpiente inmensa que se llama Leviatán»; aunque no siempre la serpiente figuro como encarnación del mal en el pensamiento religioso judío, vemos por ejemplo que el término serafín, uno de los grados angélicos, deriva del termino serafim, plural de saraf, palabra que al parecer designaba a un tipo de serpientes muy venenosas y que provocaban un fuerte ardor tras su picada, de hecho el significado de saraf es quemar. En la Cabala además los serafines figuran como dos serpientes que atacan y destruyen a los no iniciados, Jounet Albert nos precisa: «Netzah y Hod son los dos serafines de Isaías (Cap. VI, vers. 2). Son llamados serafines (seraphim), es decir, ardientes y consumidores, porque consumen y devoran aquello que, sin preocuparse de la gloria de Dios, estudian la Mercabah y se ocupan del misterio de Chaschmal (es decir los magos negros que, con intenciones egoístas, estudian las propiedades sefiróticas descriptas en la Mercabah y se ocupan de la luz astral, figurada por el Chaschmal, metal misterioso de la visión de Ezequiel)».
Podemos ver que según la versión que nos da la Tora, el mal o pecado entro al mundo por la envidia inspirados en Eva del poder y conocimiento de Dios; «más por la envidia del Diablo entró la muerte en el mundo»(5), pues lo que motiva al fin y al cabo el quebrantamiento del mandato divino es el deseo de tener el conocimiento de Dios. En otro nivel sabemos que lo que produjo la rebelión de la serpiente fueron sus celos ante la figura del hombre. En el libro del Zohar, se nos relata que Yavéh al crear las almas, «vio que entre ellos había algunos que caerían en los caminos del mal en el mundo».
Pero el hecho más significativo de este versículo, es la mención al árbol del conocimiento del bien y del mal; como dice la Tora: «Y El Eterno Dios hizo que brotaran de la tierra todos los árboles que eran agradables a la vista y buenos como alimento; y el Árbol de la Vida, en medio del jardín, y el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal».
¿Qué podemos entender de este “árbol del bien y del mal”?; ya en entradas anteriores, he analizado el simbolismo del árbol como “centro” o “eje” que une el inframundo y el cielo; el puente a través del cual se establece un nexo entre el cielo y el infierno; imagen que pueda ser rastreada sin dificultad en el simbolismo Cabalístico del Árbol de la Vida y sus dos columnas Jakim y Boaz; el rigor (izquierda) y la misericordia (derecha) que se mantiene en perpetuo equilibrio. En este árbol de la Vida, se establecen o sitúan 6 elementos generales y constitutivos, llamados Sefirot: Chesed, Gueburáh, Tifareth, Netzah, Hod y Iesod. El séptimo Sefirah: Malchut, es el complementario de los seis precedentes y es precisamente, el símbolo del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. El conjunto de los siete es llamado Sefirot constructores, y se distinguen de los tres superiores Kether, Chocmac y Binah, reservados al esplendor divino. Los Sefirot constructores son denominados en lenguaje místico, los siete reyes de Edom. Cada rey corresponde a un Sefira. Jounet Albert en su libro “Las Claves del Zohar” nos dice: «en el origen, los Sefirot emanan del Absoluto al estado libre, violento e instintivo, necesario para la existencia del libre arbitrio, pero capaz de engendrar el Mal cuando se lo exagera». En términos simples cuando se pierde el equilibrio, pues los 7 sefirat constructores son los principios de la existencia material - que como ya lo mencionamos nace o emerge desde las caóticas aguas primordiales - ; que al quedar libres en algún grado del poder rector y ordenador de los sefirah superiores, da como resultado el desequilibrio del cual surge el mal.
De estos dos árboles, en el Zohar podemos leer: «Dios, cuando hizo al hombre y lo vistió con grandes honores, le indicó que se uniera a él para ser único y de un solo corazón, unido al Uno por el lazo de la fe de un solo propósito que ata todo. Pero más tarde, los hombres abandonaron el camino de la fe y dejaron atrás el árbol singular que sobresale en lo alto sobre todos los árboles, y se adhirió al lugar que constantemente cambia de un tono a otro, del bien al mal y del mal al bien, y descendieron desde arriba y se adhirieron abajo a lo incierto y abandonaron al ser supremo que no cambia. Así fue que sus corazones, cambiando del bien al mal, provocaron el merecimiento de misericordia a veces y castigo otras, dependiendo de a qué se habían unido».
Ahora bien , el estado material, el cual es regido por el sefirah Malchut es llamado en el Zohar, “la tierra maldecida por el Señor”, pues en ella se produce la caída de los sefirah inferiores, los reyes de Edom; elementos que gobiernan las facultades humanas. Además no debemos de perder de vista que también en ellos esta simbolizada la pareja humana, responsable por su caída de la maldición de la materia. Pero es en ella misma en donde se producirá la restitución del mal en bien, del caos en orden. En palabras de J. Albert «Una explicación que aclara suficientemente la doctrina consoladora del Zohar, consiste en que los Reyes de Edom -condenados y caídos- y los miembros del Microprosopo y de su esposa, se refieren igualmente a los Sefirot inferiores, a los siete atributos de la existencia manifestada». Y no es que un atributo divino pueda contener el Mal por sí mismo, sino a causa de la situación de Malchut, el cual es el más cercano al mundo, por tanto del Mal y de los malos espíritus que habitan en el.
Vemos en la visión que nos da el Zohar lineamientos ya vistos en algunas de las escuelas filosóficas griegas, por lo cual queda claro que el mal es incapaz de constituir un principio, puesto que tiene su origen en un desequilibrio del bien(6) En el Talmud esta misma idea es afirmada en el sentido que el Mal no siendo absoluto, consiste en una organización defectuosa, en un desacuerdo de elementos susceptibles no obstante de mejoramiento y que no deben considerarse como definitivamente irremediables. Esta transitoriedad del mal que siempre tenderá a ser restaurada a su estado original del bien, esta presente a todo lo largo de las doctrinas de la Cábala, en donde el Mal es presentado siempre como pasajero y destruido, y el Bien es siempre resucitado y victorioso. Este proceso de restauración es bellamente descrito por Simeon Ben-Jochai: «Cuando irradia la fuente de luz, se descubre la frente de sombra. Cuando la cólera ensombrece la frente del Dios de los hombres, los cabellos negros y crespos se erizan, y un soplo de cólera les hace silbar como las serpientes. Las plegarias de la ignorancia se elevan como un humo negro y vuelven más tenebrosas la frente del ídolo. Surge de la sombra y asciende recta hacia la luz. Entonces se inclina la cabeza celeste, y la frente tenebrosa, que está debajo, se llena de esplendor. Cesa la cólera, se aplaca la tempestad, y la venganza se convierte en perdón».

Antes de proseguir, es preciso aclarar que en algunos versículos del Sepher Yetzirah por ejemplo, se da a entender que el mal, es un principio: «Así los hizo Dios corresponderse el uno con el otro. El bien es contrario al mal. El mal es contrario al bien. El bien ha surgido del bien. El mal ha surgido del mal. El bien conforma el mal, y el mal conforma el bien. El bien se preserva para los buenos, y el mal es preservado para los malos».

Pero esto es solo aparente, puesto que dicho versículo busca establecer la oposición de ambos conceptos, en los comentarios del Zohar de Simeon Ben-Jochai del Zohar se habla de las «“imágenes de potencias mal equilibradas que se manifestaron al principio en el Universo con el triunfo de la armonía». Más adelante podemos leer también «allí todo se comprende y se concilia. Allí únicamente el bien triunfa y el mal no existe».

En el entramado simbolismo cabalístico podemos ir viendo como los símbolos contenidos en la letra emergen para dar nuevas y profundas significancias a la Torah; J. Albert nos precisa: «hay momentos en que Malchut se encuentra en relación con el mal no para complacerlo, sino para examinarlo y juzgarlo; en consecuencia, para conocerlo íntimamente. Razón por la cual la convivencia con dicho sefira ha sido fatal para el Adán alegórico. Tuvo ocasión de conocer el mal, pero en vez de limitarse a observarlo se dejó arrastrar por él».

Ahora bien, por último debemos de saber que cada creación o parte de la misma se desarrolla en tres grados sucesivos(7). El primer grado denominado por la Cábala, Mundo de Nefesh(8) (es decir mundo del Alma inferior), es aquel en el cual debido al pecado de las criaturas que se alejan de su fuente original, prevalece poco a poco el egoísmo, el exceso, la violencia, la discordia, lo material, lo inestable, el Mal. El segundo grado de desarrollo llamado el Mundo de Ruach (o del Alma intermediaria), es aquel en el cual mediante la misericordia divina y el arrepentimiento de las criaturas, el Bien lucha con el Mal y lo mantiene a raya. Y es en el tercer grado de desarrollo que es denominado en el Mundo de Neschamah (el mundo del Alma suprema), donde el Mal desaparece (es decir, desaparecerá como tal pero sus elementos rectificados continuarán formando parte de la síntesis magnífica) y el Bien triunfa.
El Dios Negro de la Cábala

Simeón Ben-Jochai, en su comentario del Zohar nos describe de esta manera al Dios Negro cabalístico: «es una penumbra, mediadora entre la luz infinita y las débiles miradas del hombre; es un velo hecho a semejanza de la humanidad, en la que Dios se digna velar su gloria. En esta sombra se encuentra la razón de todos los misterios. Esa sombra explica el Dios terrible de los profetas, el Dios que amenaza y se hace temer. Es el Dios de los sacerdotes; el Dios que pide sacrificios, el Dios que se adormece, y despierta al ruido de las trompetas del templo; el Dios que se arrepiente de haber creado al hombre, y que, vencido por las plegarias y las ofrendas, se aplaca en el momento de castigar». Para entender estas palabras es preciso que no olvidemos que este Dios Negro, esta situado como un reflejo del Dios Blanco; que encarna los conceptos más etéreos y espirituales asociados con Dios; siendo cada un de ellos (cabeza blanca y negra) un duplicado pero invertido: lo que es es blanco será negro  y viceversa.
Los grandes rabinos se refieren minuciosamente a los detalles de estas dos cabezas enumerando los mechones de los cabellos, y las divisiones de la barba; describiendo la nariz de cada una y los soplos contrarios que se escapan de sus cuatro orificios. La nariz larga y majestuosa del padre supremo respira la vida eterna; la corta y arrugada del Dios irascible, respira humo y fuego; es el volcán de la vida terrena. Así es también como los grandes rabinos parecen entender el fuego eterno del infierno, es decir, la ficción inferior.

A modo de ejemplificar el simbolismo contenido en ambas cabezas, citaremos la descripción del aire sutil, asociado con la nariz: «Esta cavidad contiene el rocío eterno blanco y del lado del padre y rojo del lado del hijo. Es el rocío de la luz y de la vida, el rocío que fecunda el Universo y que resucita a los muertos. Unos resucitan en la luz, otros en el fuego. Unos, en la eterna blancura de la paz; otros, en el rojo del fuego y en los tormentos de la guerra».


Yerko Isasmendi 


Notas

1) Soplo, hálito, aliento.
2) Reyes II, 6-9
3) De esta visión reduccionista y en algunos casos secregacional de la religión, a nacido una vertiente de la religiones comparadas, disfrazada de “revisionismo religioso”.
4) Recordemos que en el Parasha Bereshit, el agua existía antes que la tierra: “las tinieblas cubrían la superficie del abismo y el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas”.
5) Sabiduría. 2:24
6) Remitirse al capitulo II, en donde se aborda con más detalle sobre el desequilibrio del bien, como creador del mal.
7) Isaac Luria: El cuerpo humano es un tabernáculo donde residen 5 fuerzas: Nefesh, Ruaj, Neshamá y Jayá.
8) Nefesh esta conectado de una parte a todos nuestros deseos materiales: deseo alimenticio, instinto sexual, instinto de posesión de bienes y por otra parte, está conectado a nuestro deseo de ética.

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