Aproximación a la visión del mal en el cristianismo



Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, recorre lugares áridos, buscando donde posarse, y no hallándolos, dice: «Me volveré a la casa mía, de donde salí. A su llegada, la encuentra barrida y adornada. Entonces se va a tomar consigo otros siete espíritus aún más malos que él mismo, entrados, se arraigan allí, y el fin de aquel hombre  viene a ser peor que al principio
(Lucas, 11:24, 25, 26)

El concepto del Mal en el Nuevo Testamento(1)

San Agustín(2) en sus confesiones escribe: “He aquí a Dios y he aquí las cosas que ha creado Dios, y un Dios bueno, inmenso, infinitamente más excelente que sus criaturas; mas como bueno, hizo todas las cosas buenas; y ¡ved cómo las abraza y llena! Pero si esto es así, ¿Dónde está el mal y de dónde y por qué parte se ha colado en el mundo? ¿Cuál es su raíz y cuál su semilla? ¿Es que no existe en modo alguno?”(3).

Cuestionamiento acogido de lleno por Santo Tomás(4) hasta el punto de escribir: “Boecio, por ejemplo, nos habla de un filósofo que preguntaba: «Si Dios existe, ¿De dónde procede el mal?» (Sobre la consolación de la filosofía, libro 1, 4). Más bien habría que argüir lo contrario: Si se da el mal, Dios existe. Pues el mal no existiría si se suprimiese el orden del bien, cuya privación es el mal; y tal orden no existiría sin Dios”(5).

De estas reflexiones surgirá la doctrina agustiniana del mal, en donde podemos reconocer deudas con Plotino, y del pensamiento platónico, cuya premisa ya formulada por su maestro Ambrosio(6); se centraba en que “el mal no es sino la «falta de un bien»”. Por tanto, en términos filosóficos, el mal no tiene ninguna sustancia. “El mal no es una sustancia, porque si fuera una sustancia, sería bueno”(7). “Ninguna naturaleza es un mal, no siendo este nombre sino la privación del bien”(8).

En palabras de Héctor Castro Díez, en su trabajo El Problema del Mal en San Agustín: “San Agustín no niega la realidad de la existencia del mal. Llega a la conclusión de que el mal no es una sustancia, pero no por esto es inexistente. Con la definición del mal como privación aporta al cristianismo y a la filosofía una gran riqueza. Esta definición representa el conocimiento más delicado del problema del mal, sea en el plano metafísico o en el teológico. Reconoce en el mal toda su extensión y dominio, pero, al mismo tiempo, pone al desnudo su miseria ontológica demostrando que el mal en sí no puede subsistir y que, por ello, necesita del bien. El mal existe, pero sin sustancia”.

Santos Tomás fue más lejos aun al establecer que además el mal carece de causalidad,  en palabras de Francisco Canals Vidal(9): "Santo Tomás trata de esta cuestión en forma muy coherente con su metafísica de la trascendentalidad del bien y del carácter privativo del mal y atendiendo a todas las direcciones que, de acuerdo con esta doctrina, no sólo niegan la substancialidad del mal en cuanto tal, sino también su carácter de causa en todas las líneas de la causalidad, sin reconocer más que la posibilidad de una causación “accidental” o “deficiente” en la línea de su efectuación en un sujeto bueno en su naturaleza”.

Vemos como ambos santos dejan en claro que el mal no es una creación de Dios, debido a que este, no es creable; pues si el mal es no-ser o privación del ser, no puede ser objeto de un acto creativo de Dios. Entonces, el ser es siempre un bien. Así Dios es autor del bien y no del mal. En palabras de San Agustín “Él es la causa misma del ser. Es causa solamente del bien, y por esto, es el bien supremo. No es autor del mal quien es autor de todas las cosas que son, porque en tanto son buenas en cuanto que son”(10), llegando a la deducción si el mal no viene ni de un Principio del mal, ni de Dios, entonces viene de la misma criatura. Tanto para San Agustín como para Santo Tomás “el mal no dañaría y sólo estaría allí donde debe estar

Al analizar el Nuevo Testamento, vemos que el rasgo más característico del mal es su antropomorfización(11), en la figura del demonio, figura que en el Antiguo Testamento es muy ambigua, hecho que se debería según los exegetas, al plan divino de enfocar la mente hebrea en Dios, no dando ocasión a la aparición de cultos a los espíritus malignos tan habituales en dichas épocas. Vemos como a lo largo del Nuevo Testamento la figura del demonio va tomando corporeidad y como esté se relaciona con los hombres; pudiendo hacer una división de los tipos de interacciones que se describen en dicho texto.

1.- En primer lugar tenemos los casos en que los demonios se nos presentan a través de los casos de los endemoniadas, hostigando y tentando a las personas:

Caída ya tarde, le trajeron muchos endemoniados y expulsó a los espíritus con su palabra, y sanó a todos los enfermos
(Mateo, 8:16)

Los demonios le hicieron, pues, esta súplica: « Si nos echas, envíanos a la piara de puercos»”.
(Mateo, 8:31)

Cuando ellos hubieron salido, les presentaron un mundo endemoniado. Y echando al demonio, habló el mudo, y las multitudes, llenas de admiración, se pusieron a decir. Jamás hemos visto cosa parecida en Israel
(Mateo, 9:32)

Increpóle Jesús, y el demonio salió de él, y el niño quedó sano desde aquella hora
(Mateo, 17:18)

Y Jesús le increpó diciendo: «¡Cállate y sal de él!. Y el demonio salió de él, derribándolo al suelo en medio de ellos, aunque sin hacerle daño»
(Lucas, 4:35)

Y también algunas mujeres, que habían sido sanadas de espíritus malignos y enfermedades: «María, llamada la Magdalena, de la cual habían salido siete demonios»
(Lucas, 8:2)

Aun no había llegado a este Jesús, cuando el demonio lo zamarreó y lo retorció en convulsiones, Mas Jesús increpó al espíritu inmundo y sanó al niño, y lo devolvió a su padre
(Lucas, 9:42)

Había allí una mujer que tenía desde hacía dieciocho años, un espíritu de enfermedad: «estaba tan encorvada, y sin poder absolutamente enderezarse»
(Lucas, 13:11)


Lo que se desprende de estos versículos es la asociación de los demonios con enfermedades y dolencias, causadas a través de la posesión, recordaremos que en el articulo El mal en el Zoroastrismo, citamos una clase de demonios menores que en el zoroastrismo tardío cumplían la misma misión. Este tipo de males físicos asociados a los demonios, nacen de la debilidad e imperfección del hombre, la cual esta sujeta a cambios y a mutaciones que pueden llegar a su destrucción total o a la muerte. Este accionar de los demonios en el plano corresponde al mal físico en las tipologías del mal de San Agustín. Recordemos que para el santo, el mal físico se refería a aquellos males que golpean la integridad física y sensible del hombre, como son las enfermedades, los sufrimientos, la muerte. Por contra, los males espirituales son aquellos que atentan al espíritu en su orden al bien, a la verdad, a la justicia, a Dios.

Para San Agustín a través del dolor el hombre es impulsado a vencer el sufrimiento. En este caso, el dolor es un “mal” que nos lleva a un bien mayor, la salud. “Hieres para sanar”(12), siendo el sufrimiento y la muerte, instrumento para la salvación; siendo estos, “el sufrimiento y la muerte” frutos del pecado. Por ello, San Agustín afirma que el verdadero y único mal es el pecado, que trae las consecuencias del mal en el mundo. En palabras de Héctor Castro Díez: “el sufrimiento es de ámbito espiritual y nos informa de una ausencia, una privación, sea física o moral. Así pues, el dolor y el sufrimiento no son considerados formas de mal por ser fuentes de conocimiento y de toma de conciencia de un desorden, de una privación”. En palabras de Santo Tomás al inicio de la Summa theologica: “pertenece a la infinita bondad de Dios permitir que haya males, y  sacar bienes de ellos”(13).

Al respecto San Agustín nos aclara. “Se me dio a entender que son buenas las cosas que se corrompen, las cuales no podrían corromperse si fuesen sumamente buenas; porque si fuesen sumamente buenas, serían incorruptibles, y si no fuesen buenas, no habría en ellas qué corromperse. Porque la corrupción daña, y no podría dañar si no disminuyese lo bueno. Luego, o la corrupción no daña nada, lo que es posible, o lo que es certísimo, todas las cosas que se corrompen son privadas de algún bien. Por donde si fueren privadas de todo bien, no existirían absolutamente (…) Luego en tanto que son, en tanto que son buenas. Luego cualesquiera que ellas sean, son buenas, y el mal cuyo origen buscaba no es sustancia alguna, porque si fuera sustancia sería un bien (…) Así vi yo y me quedó manifestado que tú eras el autor de todos los bienes y que no hay en absoluto sustancia alguna que no haya sido creada por ti”(14). 

Estos demonios por otra parte, corresponden a una especie de espíritus menores, pues su poder esta restringido a acciones precisas, compartiendo características muy similares con los jinns mencionados en el Corán(15); no debiendo ser confundido con la figura de Satanás que como queda atestiguado en Juan (12:31), es el padre y “príncipe de este mundo”, que como nos aclara Mons. Juan Straubinger en su diccionario bíblico: “el es el príncipe de los mundano y de los perversos”. Es él quién trata de tentar tres veces a Jesús, hechos que revisten enorme interés.

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» Mas él respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.» Jesús le dijo: «También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.» Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.» Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto.» Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían”.
(Mateo 4:1-11)

Una versión similar de aquel suceso es relata por Lucas:

Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.» Jesús le respondió: «Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre.» Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya.»  Jesús le respondió: «Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto.» Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna.» Jesús le respondió: «Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios.» Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno.”
(Lucas 1:14)

A continuación, el Espíritu le empuja al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los  ángeles le servían”.
(Marcos 1:12-13)


Tradicionalmente fueron interpretadas estas tentaciones como ejemplos de la lucha contra la gula, la vanagloria y el ansia de poder, visión que en la actualidad ha evolucionado al centrar su atención en el valor mesiánico de dichos sucesos; al tratar Satanás de cambiar el curso de los hechos, hacia un mesianismo temporal.

Lo que podemos deducir de estos tres versículos es la potestad que se auto adjudica Satanás sobre la creación material, lo que no deja de ser extraño, debido a que como vimos en el módulo anterior, según el Génesis; Satanás era la entidad angélica más excelsa, Luzbel; el ángel de la mañana, entidad netamente espiritual, por lo cual, su aparente potestad sobre la materia no debería ser entendida en forma literal, sino más bien, como la representación de lo precario del equilibrio y la interrelación de los diversos planos de la creación de Dios, que como ya vimos en los módulos anteriores, son el sustento de la creación. Es a través de la perdida de dicho equilibrio, representada en el abandono a los deseos, que Satanás cumple su objetivo, es así como el mal se instala en el hombre, en palabras de San Agustín “La mala voluntad es la causa de todos los males”(16). Para Santo Tomás, desear el mal “no es la libertad, ni parte de la misma, aunque venga a ser como un signo de esta”. Para este santo, el pecado no tendría su fuente principal en el libre albedrío; como bien lo señala Francisco Canals Vidal: “Si Santo Tomás puede decir que el obrar mal, aun no perteneciendo a la libertad de la voluntad, es como un signo de dicha libertad es porque sólo por el libre albedrío es dueño de sus actos y, por lo mismo, sujeto moral, capaz de mérito en el supuesto de la realización perfecta de sus deliberaciones y elecciones, y sujeto de culpa si éstas carecen del orden debido, carencia de orden de la cual es él responsable por su libertad de albedrío. Pero si de aquí dedujéramos una destinación esencial del libre albedrío al pecado nos contradiríamos internamente, porque, en tal caso, no podría ningún acto libre ser culpable

Vemos en estos hechos la manifestación del mal espiritual o moral, el cual no puede provenir de un principio malvado, ya que el mal existe en cuanto que existe previamente el bien, siendo por ende la causa del mal moral el mismo hombre, en palabras del santo: “Indagué qué cosa era la iniquidad, y no hallé que fuera sustancia, sino la perversidad de una voluntad que se aparta de la suma sustancia, que eres tú, ¡oh Dios!, y se inclina a las cosas ínfimas”(17).

San Agustín concluye aduciendo que el origen del verdadero mal se debe al mal uso de la libertad humana. “Dios dotó a la criatura racional de un libre albedrío con tales características que, si quería, podía abandonar a Dios, es decir, su felicidad, cayendo entonces en la desgracia”(18).

San Agustín concluye aduciendo que el origen del verdadero mal se debe al mal uso de la libertad humana. “Dios dotó a la criatura racional de un libre albedrío con tales características que, si quería, podía abandonar a Dios, es decir, su felicidad, cayendo entonces en la desgracia”(19); en donde el mal moral en palabras de Héctor Castro Díez:  “ … proviene de una mala elección. De hecho, el mal moral no consiste en considerar un objeto malo en sí. No se desea el mal por el mal, sino en cuanto se espera un bien. El hombre escoge en el pecado algo que considera que es un bien y que da felicidad y, sin embargo, sólo encuentra miseria y sufrimiento. De este modo, se invierte el orden de los fines. Pero si se invierte el orden de los fines, esto no quiere decir que se quite el orden. El hombre con el pecado busca un orden erróneo. Despreciando a Dios, los bienes que Él le ha dado para ser feliz, pierden su orden y se transforman para el hombre en causa de suplicio. Pero es el mismo hombre quien se separa Dios”.

2.- El segundo tipo de interacción tiene relación con su sometimiento a Jesús principalmente y a través de él, a los discípulos:

Al ver a Jesús, dio gritos, postróse ante él y dijo a gran voz: «¿Qué tenemos que ver yo y tú, Jesús, hijo del Dios altísimo?. Te ruego que no me atormente»

Entretanto los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre»
(Lucas, 10:17)

Concurría también mucha gente de las ciudades vecinas de Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos, los cuales eran sanados por todos”
(Hechos, 5:16)

De muchos que tenían espíritus inmundos, éstos salían, dando grandes gritos, y muchos paralíticos y cojos fueron sanados”
(Hechos, 8:7)

En estos versículos vemos como a pesar que el hombre es el causante del mal, Dios envía a su Hijo al mundo para liberarnos de la esclavitud del pecado. El pecado se transforma así en causa de un bien mayor.  “Al mundo vino a salvar a los pecadores». «De semejante vida, tan infernal, tan miserable, sólo puede librarnos la gracia de Cristo Salvador, Dios y Señor nuestro”(20). Además como lo señala Santo Tomás: “El Dios Todopoderoso, soberanamente bueno, no permitiría jamás que en sus obras existiera algún mal si Él no fuera suficientemente poderoso y bueno para hacer surgir el bien del mismo mal”(20).


Yerko Isasmendi ®



Notas

1) En el presente módulo nos centraremos en la visión del mal presente en el Nuevo Testamento, debido a que en el módulo anterior al analizar la problemática del mal el Judaísmo, se analizo su presencia en el Antiguo Testamento. Además no ahondaremos en los textos gnósticos y apócrifos, debido a que estos poseen elementos doctrinales de diversas fuentes: maniqueas, zoroastrianas, neoplatonicas, etc; lo cual nos llevaría a áreas que escapan a este trabajo, a modo de ejemplo, citaré un versículo del Evangelio de Felipe. “la luz con la oscuridad, la vida con la muerte, la derecha con la izquierda son hermanos entre sí. no se puede separar los unos de los otros. a causa de esto, ni es un bueno lo bueno ni son un malo los malos ni es una vida la vida ni es una muerte la muerte. así cada individuo se resolverá hasta su propio origen desde el principio. mas ellos que han sido exaltados por encima del mundo son indisolubles y eternos”; el cual como se puede apreciar guarda estrechos paralelismo con el Tao chino y con ideas maniqueas.
2) Aurelio Agustín (354-430), bautizado al cristianismo en 387, oriundo de la ciudad de Tagaste, en Numidia, en el norte de Africa; educado en Cartago; sus escritos aún tiene enorme influencia entre los estudiantes de teología y ciencias políticas.
3) San Agustín, Confesiones, VII, 5, 7. Obras de San Agustín, BAC, tomo II, Madrid 1998, 9ª Edición.
4) Uno de los grandes filósofos del cristianismo, nacido cerca de Aquino, Italia; llamado el “Doctor Angélico” por la Iglesia; perteneció a la orden dominica y fue profesor de la Universidad de París.
5) Tomás de Aquino, Suma contra los gentiles, III, 71. Editorial Porrúa, México 1977. Traducido por Carlos Ignacio González, SI.
6) Obispo de Milán, nació en Tréveris, Galia; introdujo el canto de himnos en la Iglesia Occidental; fue quién convirtiera a San Agustín al cristianismo.
7) Ibid.,  VII, 7, 11.
8) Ibid., VII, 12, 18.
9) El mal moral en las personas creadas.
10) San Agustín, 83 Cuestiones Diversas, XXI. Obras de San Agustín, BAC, tomo XL, Madrid 1995.
11) Proceso acaecido con similares características en el zoroastrismo tardío del periodo Sasánida, analizado en el módulo II.
12) San Agustín, Confesiones, II, 3, 4.
13) Tomás de Aquino, Suma teológica, I q. 2, a. 3. BAC, tomo I, Madrid 1988.
14) San Agustín, Confesiones, VII, 12.
15) Véase el articulo; El Mal en el Islam.
16) San Agustín, Sobre el libre albedrío, III, 17, 48.
17) Ibid., VII, 16, 22.
18) San Agustín, La ciudad de Dios, XXII, 1, 2.
20) San Agustín, La ciudad de Dios, XXII, 22, 4.
21) Enchiridion 11, 3 -  Cat. nº 311

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